Malawi recibe la primera vacuna contra la malaria, ¿qué tan efectiva es?

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La primera vacuna contra la malaria ha comenzado a ser aplicada en Malawi, en África; aunque su efectividad no es la mejor.

El nombre de la vacuna es Mosquirix; su objetivo es atacar a Plasmodium falciparum, uno de los cuatro parásitos que provocan la malaria y que, además, es el más común y letal.

La eficacia y durabilidad de Mosquirix son mediocres, señala la revista Science; ya que solo ofrece 30% de protección contra la malaria grave por 3 años; e incluso sugieren que probablemente la pospone, pero no la previene.

Asimismo, los efectos secundarios son la mayor preocupación. En el ensayo más grande realizado con Mosquirix, los niños participantes tuvieron un riesgo 10 veces mayor de desarrollar meningitis en comparación con quienes recibieron la vacuna control.

Los especialistas mencionaron que existen otras razones por las cuales se pudieron haber desencadenado los casos de meningitis en los niños de las pruebas; y la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió establecer un piloto de aplicación de Mosquirix solo en Malawi, Ghana y Kenia.

La razón por la cual se decidió realizar la campaña de vacunación y no un ensayo clínico, a pesar de las reservas que se tienen sobre Mosquirix, es que las vacunas en desarrollo interfieren con muchas partes del complejo de vida del parásito; en cambio Mosquirix se dirige a los esporozoitos que inyectan los mosquitos y evita su traslado al hígado.

Hacer la campaña permitirá monitorear y recopilar más datos para conocer la seguridad de Mosquirix; así como su efectividad.

El parásito

La malaria provoca la muerte de 400 mil personas cada año solo en el continente africano.

El parásito de la malaria tiene un ciclo complejo: cuando una mosquito hembra infectada pica a un humano, le escupe unas células llamadas esporozoitos que viajan a través del torrente sanguíneo.

Esas células se multiplican en el hígado y se convierten en merozoitos, cuyo objetivo es infectar los glóbulos rojos y multiplicarse.

Cuando se llega a ese punto, aparece la fiebre, el dolor de cabeza, escalofríos, dolores musculares y, a menudo, anemia.

Por su fuera poco, en el organismo aparecen los gametocitos que son las células reproductivas del parásito y que se transmitirán al siguiente mosquito que haga una picadura.

También, el parásito suele cambiar las proteínas de su superficie, lo que lo convierte en un objetivo difícil para el sistema inmunológico y para las vacunas.

A pesar de los esfuerzos previos para combatir a la malaria, la resistencia de los parásitos a las terapias de combinación basadas en artemisinina ha dificultado el proceso de control de la enfermedad. De igual manera, los mosquitos transmisores del virus no reaccionan ante los insecticidas.

Aparición en los años 80

Mosquirix comenzó a desarrollarse en 1980 por un equipo de investigadores belgas de SmithKline-RIT, actualmente conocido como GlaxoSmithKline (GSK).

Esta vacuna estimula un respuesta inmune contra la proteína que se produce en la superficie de los esporozoitos. Para reforzar esa acción, los científicos fusionaron la proteína de la vacuna con una proteína de superficie de hepatitis B y un adyuvante.

Varios años más tarde, en el 2000, realizaron el primer gran ensayo clínico con niños de 1 a 4 años en Mozambique.

Los resultados mostraron que, durante los primeros seis meses tras la vacunación, las infecciones se redujeron a un 58%.

Posteriormente, entre 2009 y 2011, incluyeron a otros 15 mil niños de siete países para un ensayo más grande.

En esa ocasión, la eficacia fue cercana a cero en bebés; sin embargo, entre los niños de 5 a 25 meses de edad, las infecciones por malaria disminuyeron en un 40%, y las más graves en un 30%.

Los ensayos revelaron que, incluso después de tres inyecciones administradas con un mes de diferencia, la protección cae casi a cero en año y medio; no obstante, una inyección de refuerzo aumenta el efecto protector por otros 18 meses.

Si bien los porcentajes son poco esperanzadores, la realidad es que es un logro ante una enfermedad complicada.

Una oportunidad para un tratamiento imperfecto

La European Medicines Agency (EMA) declaró, en 2015, a Mosquirix una vacuna segura y efectiva que podía introducirse en África con procedimientos especiales.

Ese mismo año, en Ginebra se discutió sobre el uso de Mosquirix. Los defensores de la vacuna argumentaron que ese tratamiento imperfecto era mejor que ninguno; otros, por el contrario, dijeron que no era lo suficientemente seguro y efectivo.

Según la revista Science, Aaby y Christine Stabell Benn, profesores de salud en la University of Southern Denmark que han estudiado las vacunas de rutina en África, creen que las vacunas pueden “entrenar” al sistema inmunológico.

En otras palabras, las vacunas contienen un patógeno vivo y debilitado; por lo cual fortalecen el sistema inmunológico general y provocan que los receptores puedan combatir mejor otras infecciones.

Hay quienes no están de acuerdo y piensan lo contrario: el sistema inmune se debilita. Sin embargo, Mary Hamel, de la OMS, encargada del piloto Mosquirix, señala que el ensayo no fue diseñado para estudiar la mortalidad; sino para ofrecer una mejor atención.

En Malawi, los primeros

En aquella reunión de Ginebra en 2005, se dijo que el equipo de la OMS y los gobiernos nacionales seleccionarían tres áreas al azar, para que aproximadamente 120 mil niños recibieran la vacuna anualmente entre 2019 y 2022.

La tarea de los investigadores sería entonces monitorear y comparar las tasas de malaria, meningitis, y la mortalidad en zonas vacunadas y de control.

Fue así como Malawi se conviritió en una de las primeras regiones en recibir la vacuna.

La mortalidad ha disminuido un 70%, y pobladores de zonas no vacunadas comienzan a buscar el tratamiento.

Por supuesto, las evaluaciones continúan y el proceso ha sido más lento de lo planeado; pero el objetivo del piloto parece que se está logrando.

Con información del artículo “First malaria vaccine rolled out in Africa —despite limited efficacy and nagging safety concerns”, escrito por Jop de Vrieze con reportes de Saulos Jali en Malawi; y financiada por la European Journalism Funda, para la revista Science.