Fatiga pandémica: qué es y cómo afrontarla

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Después de casi un año de estar en una estresante situación de pandemia debido a la COVID-19, el aislamiento y las restricciones persistentes pueden hacer que sintamos fatiga, desaliento, ansiedad y desesperanza. Además, puede que nos relajemos en cuanto al cumplimiento de las medidas preventivas, lo que dificulta aún más su control.

¿Qué es la fatiga pandémica?

La fatiga constituye uno de los efectos derivados de esta prolongada pandemia. Y este agotamiento puede ser una consecuencia orgánica de la COVID-19 como enfermedad.

Según una investigación realizada en Irlanda, se demostró que la mitad de las personas que contrajeron el virus presentaban síntomas de fatiga física severa que podía durar hasta 10 semanas después de haber recibido el alta médica.

Pero este coronavirus agota por varias otras causas, como la angustia resultante de la exposición prolongada a un conjunto de circunstancias adversas e inciertas.

Esta angustia puede tener consecuencias motivacionales, lo que provoca que la persona afectada pueda querer detener lo que sea que esté causando la situación de problema. Además, puede provocar enojo hacia quienes percibe como los causantes. Este sentimiento puede acompañarse de desesperanza y aceptación pasiva de la situación.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denominado fatiga pandémica al cansancio producto del agotamiento que está generando la situación de hipervigilancia y las consecuencias posibles ante un virus que nadie puede ver, pero que todos sabemos que está ahí.

Esta fatiga pandémica se refleja en los datos aportados por la Oficina del Censo de Estados Unidos, que realiza encuestas semanales sobre la salud mental de sus ciudadanos. Al principio de la pandemia, el 5 % de los encuestados aseguraron sufrir frecuentemente síntomas de nerviosismo, estados de ansiedad o sensación de estar al límite de su fortaleza. Sin embargo, a finales de noviembre, esta cifra se elevó al 69 %.

¿Qué causa esta fatiga?

La fatiga pandémica se produce por diversas causas, como el estado de hipervigilancia para evitar caer enfermos, lo que fuerza constante y considerablemente a nuestro sistema endocrino e inmunológico que, contrariamente a lo deseado, nos hace más vulnerables ante ciertas patologías de índole psicológico, como la ansiedad o la depresión.

Sumado a la precarización de la situación económica que se vive en muchos hogares y a la incertidumbre diaria, se va creando un desgaste acumulativo a nivel físico y mental.

A los factores anteriores, la OMS agrega que las autoridades temen que la restricción de libertad debida a los confinamientos, las quejas o el aburrimiento produzcan un relajamiento en el cumplimiento de las medidas preventivas que debemos seguir para protegernos de la COVID-19.

Recomendaciones para hacer frente a la pandemia

Si bien estamos conscientes, en menor o mayor grado, de que somos vulnerables a la fatiga pandémica, gracias a nuestras características psicológicas y sociales también podemos hacerle frente a través de algunas prácticas relacionadas con el bienestar y el cuidado personal.

Los expertos proponen algunas recomendaciones para sentirnos mejor y no tan alejados de la normalidad habitual:

Aceptar que es normal lo que sentimos 

Debido a que estos últimos meses muchas personas están realizando menos tareas o trabajando de manera restringida, ya sea por un motivo o por otro, se puede generar una sensación de culpabilidad por no estar en la totalidad de nuestro potencial.

Es necesario entender que es normal este sentir y poner de nuestra parte para reducir ese estado de culpa o de pensar que no somos “eficientes”.

Priorizar el bienestar

No solo basta cuidarnos físicamente cuando nos ponemos mascarillas o cumplimos con las normas de seguridad, sino que también tenemos que prestar especial cuidado a nuestro bienestar interior.

Los objetivos que nos tracemos han de depender de nosotros mismos y de nuestras posibilidades para focalizarnos en nuestras necesidades y recursos disponibles, siempre pensando en vivir en el presente.

El autocuidado físico es fundamental

Hay que tener mucho cuidado con nuestro sistema inmune, especialmente en los meses invernales cuando las horas de luz solar son más reducidas, lo que puede afectar al estado anímico y, por consiguiente, a nuestra inmunidad.

Para lograr este objetivo, podemos establecer rutinas de ejercicios (aunque sean sencillas), disfrutar de una alimentación equilibrada y, de ser posible, realizar paseos diarios para tomar algo de sol, que es una de las fuentes más importantes para obtener vitamina D de forma natural.

Tomar un descanso psicológico

Este descanso psicológico implica ponerse a dieta de noticias negativas, desconectarse de aquellos contenidos que son dañinos para nuestra salud mental.

La tendencia a consumir historias negativas en línea se ha vuelto tan habitual que se ha acuñado un término en inglés para denominarla: doomscrolling, en el que podemos caer inconscientemente.

Puesto que nuestro bienestar debe ser un objetivo prioritario, este es un buen momento para desconectarnos de ciertas redes o de programas de televisión que nos preocupan, confunden, entristecen o enojan.

También debemos cuidar nuestras relaciones, por lo que es conveniente evitar ciertas conversaciones en torno a la COVID-19 para no alentar el desgaste.

Podemos aprovechar estas instancias de tiempo disponible para realizar actividades que nos recarguen de energía positiva, como recuperar hobbies, cantar, bailar, leer, jugar, reírnos y disfrutar con nuestros familiares y amigos, aunque sea de manera virtual.