Fatiga crónica y COVID-19

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Alrededor de un 35 % de las personas con COVID-19 reportaron síntomas variados, aún después de un par de semanas de convalecencia. La fatiga crónica figura dentro de estas alteraciones. Se cree que es secundaria a lesiones nerviosas y que es causada por la tormenta de citoquinas.

Las secuelas reportadas después de la COVID-19 en todo el mundo incluyen fatiga crónica, taquicardia, disnea, artralgia, niebla mental, anosmia persistente y daños cardíacos, pulmonares, renales y del sistema nervioso.

La prolongación de la enfermedad ha sido reportada en aproximadamente el 35 % de los pacientes que sufrieron COVID-19. Esto se ha observado incluso en aquellos con sintomatología leve, según un informe de los Centers for Desease Control and Prevention (CDC).

Qué es la fatiga crónica

La fatiga crónica es aquel cuadro clínico de cansancio y debilidad que persiste por más de seis semanas. Esta se observa en situaciones clínicas que van desde tratamientos oncológicos, hasta artritis inflamatoria y algunas patologías virales. Puede llegar a ser incapacitante. 

Después de unos cuantos reportes de pacientes que se sentían exhaustos y desinteresados en sus actividades cotidianas, los científicos comenzaron a estudiar si la infección por SARS-CoV-2 puede crear problemas posvirales como la encefalomielitis miálgica, también conocida como síndrome de fatiga crónica (EM/SFC).  

Si bien se desconoce su etiopatogenia, se sabe que ocurren daños en el cerebro cuando se activa la tormenta de citoquinas. Por lo tanto, es el propio sistema inmunológico de la persona afectada el que causa encefalitis y otras lesiones.

A la par de la investigación sobre este tema, se han creado grupos de apoyo para ayudar a las personas que luchan con los síntomas de COVID-19 a largo plazo.

Según recomiendan los CDC, aquellos con síndrome de fatiga crónica deben priorizar su realización de actividades y el ritmo con el que las ejecutan. Esto implica comprender y respetar sus límites físicos y cognitivos para no terminar en un colapso, que retrasaría su recuperación. 

Prevención y predicción de COVID-19

Estados Unidos ha contabilizado oficialmente el 1,5 % de la población del país, lo que se traduce en más de 5 millones de casos confirmados de COVID-19. Si bien la investigación sugiere que el número real es 10 veces mayor, aún quedan muchas personas por contagiarse.

Frente a este panorama, los expertos han hecho algunas recomendaciones para afrontar la pandemia antes de que se dupliquen los casos.

Las expectativas están puestas en una vacuna, como dijo William Schaffner, un especialista en enfermedades infecciosas de la universidad de Vanderbilt: «Una vacuna que sea segura y efectiva, para la cual se pueda crear un mecanismo de entrega eficiente, claro, transparente y equitativo, que llegue a todas las poblaciones, tanto aquí en los Estados Unidos como en todo el mundo».

Si la situación del país continúa presentando estas características de propagación y de mortalidad hasta el 1 de diciembre, los científicos del University of Washington’s Institute for Health Metrics and Evaluation predicen que casi 300 000 estadounidenses podrían morir de COVID-19 para entonces. Aunque estimaron que se perderían 70 000 vidas menos con el uso universal de barbijos.

Detección de anticuerpos en la ciudad de Nueva York

Para sondear la seropositividad ante el SARS-CoV-2 en el gran sistema de atención médica en Nueva York, se realizaron pruebas voluntarias de anticuerpos del SARS-CoV-2.

Sus hallazgos indicaron que el 13,7 % del personal sanitario dio positivo a los anticuerpos, cifra un poco más elevada que la prevalencia reportada por otros estudios, realizados en la población general adulta del estado.

Los investigadores encontraron muy poca diferencia en la seroprevalencia de estos anticuerpos cuando consideraron variables como sexo, raza y edad. Tampoco pareció afectar si la persona trabajaba en la unidad de cuidados intensivos o en la recepción.

La operación Warp

El investigador de vacunas Moncef Slaoui lidera la Operation Warp Speed, una asociación pública-privada promovida por el gobierno federal de los Estados Unidos. Su objetivo es facilitar y acelerar el desarrollo, fabricación y distribución de kits dignósticos, vacunas y terapias para COVID-19. Fue presentado por la administración del presidente de EE. UU. Donald Trump a principios de abril de 2020.

El objetivo del programa es entregar 300 millones de ciclos de terapia, ya que algunas vacunas, probablemente, requerirán dos dosis. Si bien previamente se pretendía aplicar las inmunizaciones para enero de 2021, es probable que no se produzca por completo hasta la mitad de año.

Además, Slaoui informó que cada candidato a vacuna buscará la aprobación total de la Food and Drugs Administration de los EE. UU. (FDA), en lugar de una autorización de uso de emergencia utilizado hasta ahora para la mayoría de los diagnósticos y tratamientos de COVID-19 disponibles en el mercado.

Para agilizar los trámites, la Operation Warp Speed ​​tiene un acuerdo con la FDA para revisar rápidamente los datos, pero aclaran que los criterios de aprobación «serán los mismos que se usan para cualquier vacuna regular».

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