Cuándo el SARS-CoV-2 saltó de los animales a los humanos

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Todo sucedió cuando el virus SARS-CoV-2 saltó de los animales a los seres humanos. Allí comenzó nuestra respuesta inmune ante un patógeno desconocido que, dada su elevada transmisibilidad y patogenicidad, ha complicado el panorama epidemiológico a nivel mundial. Mientras tanto, los investigadores buscan desentrañar su fuente y elaborar estrategias para combatirlo eficazmente.

Aunque actualmente se contabilizan más de 730 000 personas contagiadas y unas 34 000 muertes por COVID-19, previamente, las enfermedades zoonóticas habían afectado a un gran número de personas en todo el mundo.

Como resultado de estas zoonosis, se conocen enfermedades respiratorias similares a la gripe, adquiridas a partir de animales, que ocasionaron una gran mortalidad en el siglo pasado, como la gripe española de 1918 y la gripe de Hong Kong en 1968.

En un informe internacional del 2012, se dio a conocer que un total de 56 de zoonosis fueron responsables de 2,7 millones de muertes en todo el mundo cada año. Estas graves patologías incluyeron rabia, toxoplasmosis, fiebre Q, dengue, gripe aviar, ébola y ántrax.

Salto del SARS-CoV-2

En el caso de que un agente patógeno “salte” de una especie a otra, como cuando el virus SARS-CoV-2 pasó de los animales a los seres humanos, su peligrosidad radica en que el nuevo huésped no posee una respuesta inmunitaria previamente montada de reconocimiento-ataque.

Si bien la mayoría de los patógenos que ingresan al cuerpo humano son destruidos con éxito por el sistema inmune, de vez en cuando, un virus animal logra replicarse dentro de un huésped humano.

En esta situación, el virus puede mutar y evolucionar, para adaptarse y mejorar la replicación en el nuevo hospedador. Ante este ataque, el sistema inmunitario adaptativo tarda varios días en activarse. Mientras tanto, el virus puede haber evolucionado para replicarse más rápido o incluso para evadir las estrategias del sistema inmune.

Invasión y defensa

Christopher Coleman, profesor asistente de Inmunología de Infecciones en la Universidad de Nottingham en el Reino Unido, explica que, a medida que un virus animal evoluciona en huéspedes humanos, su peligrosidad disminuye para asegurarse la transmisibilidad sin muerte de sus nuevos hospedadores, lo que logra una especie de equilibrio en la coexistencia.

A modo de ejemplo de virus animales agresivos dentro de la familia de los coronavirus están el «‘virus de bronquitis infecciosa’ de pollos, ‘virus de peritonitis infecciosa felina’ en gatos o ‘virus de gastroenteritis transmisible’, que es casi 100 % mortal en lechones», pero «se sabe que ninguno de estos [virus] infecta o causa ninguna enfermedad en humanos», dijo Coleman.

«Por otro lado, un virus que evoluciona en animales pero que también tiene la capacidad de infectar a los humanos puede ser más mortal si infecta al hombre», lo que sucede cuando los sistemas inmunes de los animales son muy diferentes entre sí, como cuando el virus SARS-CoV-2 saltó de los animales a los seres humanos.

Los «súper» murciélagos

El hecho que existan virus muy dañinos y mortales para los humanos, como el SARS, MERS y Ébola, cuyo origen está en los murciélagos, ha sido explicado por un nuevo estudio dirigido por Cara Brook, de la Universidad de California Berkeley. 

La investigación muestra que «[algunos] murciélagos tienen una respuesta inmunitaria antiviral, llamada vía del interferón, que se enciende perpetuamente, pero que en la mayoría de los otros mamíferos, tener una respuesta inmune tan vigilante podría causar inflamación dañina. Sin embargo, los murciélagos han adaptado rasgos antinflamatorios que los protegen de tal daño».

Brook y su equipo llevaron a cabo experimentos utilizando líneas celulares de dos especies de murciélagos. Para «ambas especies de murciélagos, las respuestas antivirales más fuertes fueron contrarrestadas por el virus que se propagó más rápidamente de una célula a otra», lo que podría impulsar la evolución de los virus de transmisión más rápida, para los cuales otros animales no están tan protegidos.

¿Animal o “industria” humana?

Con respecto al animal específico que transmitió el SARS-CoV-2 a los humanos, los científicos han implicado pangolines, murciélagos o incluso serpientes como posibles fuentes, ya que determinar el animal transmisor puede ofrecer información sobre la estructura genética del virus y las formas de combatirlo. Sin embargo, no hay que descartar la posibilidad de que pueda provenir de varias fuentes animales.

Pero, independientemente de qué animales transmitieron a los humanos el nuevo coronavirus, reviste mayor importancia saber cuándo y dónde muta el virus.

En un estudio reciente, investigadores dirigidos por Kristian Andersen, profesor del Instituto de Investigación Scripps en LaJolla, utilizaron los datos genómicos disponibles y lograron determinar que el origen del nuevo coronavirus era producto de la evolución natural y no creado por humanos.

Los autores explican que dependiendo de si el virus SARS-CoV-19 se adaptó en su forma actual a animales o a humanos, el curso de la nueva pandemia de coronavirus podría ser bastante diferente, pues si el virus evolucionó a su estado actual en animales, estos continuarían transmitiéndolo entre ellos, y podría volver a los humanos en cualquier momento. Este hecho explicaría por qué el virus se propagó tan rápido, ya que tras haber desarrollado su patogenicidad en animales, ya contaba con la capacidad para propagarse y replicarse rápidamente una vez que ingresó a su primer huésped humano.

«En contraste, si el proceso adaptativo ocurrió en humanos, incluso si ocurren transferencias repetidas [de animal a humano], es poco probable que se propaguen sin la misma serie de mutaciones», lo que minimiza las posibilidades de otro brote.

Sin embargo, ahora es imposible saber cuál de los dos escenarios es más factible, pues hace falta más investigación.

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