Encuentran células inmunes que se renuevan después de una lesión renal aguda
Cuando los riñones dejan de funcionar por dos días o menos, se denomina como lesión renal aguda (LRA).
Durante ese periodo, los riñones dejan de eliminar residuos y de ayudar con el equilibrio de líquidos y electrolitos en el cuerpo.
De acuerdo con la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, existen numerosas causas posibles para ese daño:
- Necrosis tubular aguda; es decir, daño a las células tubulares de los riñones.
- Enfermedad renal autoinmune.
- Coágulos de sangre por colesterol.
- Disminución de flujo sanguíneo por presión baja.
- Trastornos responsables de coagulación en los vasos sanguíneos del riñón.
- Infecciones que afectan directamente al riñón.
- Complicaciones del embarazo.
- Obstrucción de las vías urinarias.
- Consumo de drogas como cocaína o heroína.
- La ingesta de algunos medicamentos antiinflamatorios no esteroides, antibióticos, fármacos para la presión, cáncer o VIH.
La LRA puede ser adquirida por cualquier persona, aunque es más común en personas con alguna enfermedad crítica y que están hospitalizadas.
Según los científicos, esta condición afecta al menos a dos terceras partes de pacientes en estado crítico. A pesar de ser reversible si se diagnostica a tiempo, aumenta hasta un 60% el riesgo de mortalidad.
En la patogénesis y en modelos animales de LRA, se han identificado fagocitos mononucleares de los riñones implicados en el padecimiento.
Así, fue como un grupo de especialistas de la University of Alabama at Birmingham (UAB), vieron potencial en este tema para crear intervenciones clínicas funcionales.
Macrófagos que se reprograman
En LRA, la pérdida de la función renal está asociada a la infiltración de células inflamatorias en el intersticio renal. Eso provoca que la arquitectura normal del riñón se pierda; como resultado, se puede presentar fibrosis intersticial y cicatrización mediada por macrófagos, microblastos y un aumento de la distancia pricito-endotelio.
Asimismo, existe la posibilidad de disminución progresiva de la función secretora y excretora; y la incapacidad de regenerar el tejido renal funcional.
Dentro de todos los elementos involucrados en esos procesos se encuentra un sistema de fagocitos mononucleares que consta de progenitores de médula ósea, monocitos y macrófagos.
Esos fagocitos están presentes en todo el tejido renal y se derivan de diferentes fuentes. Algunas se derivan del saco vitelino y el hígado fetal durante la vida embrionaria.
A esas células se les conoce como macrófagos residentes; son capaces de transportar material hacia el intersticio en los riñones no lesionados.
Con esa información, y con antecedentes de estudios en los que no se definía claramente la formación y desarrollo de esas células, el equipo de investigadores de la UAB utilizaron un proceso conocido como parabiosis. Por medio de él, se unen los sistemas cardiovasculares de dos organismo; en este caso, de dos ratones.
Con ese proceso, el equipo determinó si los macrófagos de los riños después de la LRA fueron resultado de otras células invasoras o si se derivaron de macrógfagos residentes.
El periodo de unión de los sistemas circulatorios fue de cuatro semanas. En ese lapso, activaron LRA en uno de los ratones mediante isquemia/reperfusión bilateral.
Observaron que los roedores tenían marcadores distintos; lo cual permitió rastrear a las células invasoras de los riñones tras la enfermedad. También se dieron cuenta de que esas células invasoras no contribuyen demasiado en los macrófagos residentes.
A partir de lo anterior, concluyeron que la fuente de renovación de los macrófagos residentes después de padecer LRA, es la renovación in situ. En otras palabras, los macrófagos se someten a una reprogramación transcripcional hacia un estado de desarrollo después de la lesión.
Dicha reprogramación los lleva a expresar un perfil genético similar al de ratones de sólo 7 días de nacidos.
Además, identificaron que las células inmunes tienen niveles de señalización Wnt, un patrón clave en el desarrollo de los riñones tanto en ratones como en humanos.
Esto es un paso más hacia la confirmación de que, como lo han sugerido otras investigaciones, los macrófagos residentes en el tejido durante la curación de una lesión son indispensables. De este modo, pueden apoyar en la creación de terapias que los promuevan desde etapas iniciales.
Eso sí, aclaran los autores, para utilizarlos, se debe ser muy específico sobre el origen de las células a las cuales apuntan; pero, con este estudio, se demuestra que los macrófagos residentes poseen la misma plasticidad de otros tipos de células inmunes.
Finalmente, destacaron, esa capacidad de reprogramación a un fenotipo ontológico temprano es una vía para la intervención terapéutica; siempre y cuando las señales celulares y los mecanismos de ese proceso sean claros.
Los hallazgos se publicaron en la revista JCI Insight.