Relacionan demencia y obesidad en mujeres de mediana edad

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Existen estudios que establecen una conexión entre el índice de masa corporal (IMC) bajo y la probabilidad de recibir un diagnóstico de demencia entre los próximos 5 a 10 años.

Obesidad y sobrepeso

El sobrepeso y la obesidad son factores de riesgo asociados a múltiples enfermedades y a trastornos orgánicos, cuyo incremento en el último tiempo ha pasado a constituir un importante problema de salud pública.

Por su parte, la demencia es un trastorno neurológico que se ha transformado en uno de los más prevalentes, especialmente entre la población mayor. Adquiere la categoría de pandemia, en particular, la enfermedad de Alzheimer.

Otros estudios que duraron casi una década también han relacionado la mala alimentación y el sedentarismo con la incidencia de demencia.

Sin embargo, todo lo observado anteriormente puede ser el resultado de una causalidad inversa, es decir, que pueden ser consecuencias en lugar de causas de la demencia. 

Esto es explicable porque la demencia generalmente afecta la cognición una década antes de que la persona reciba un diagnóstico por esta patología.

Durante la etapa preclínica de la demencia, puede verse afectado el comportamiento, lo que incide en la actividad mental y física de forma lenta, pero gradual.

Este hecho ocasiona que los afectados reduzcan la ingesta de alimentos y de calorías, lo que causa la pérdida de peso y un estado de malnutrición que finalmente afecta la cognición.

Otros estudios han sugerido que durante un período más largo, la obesidad se asocia positivamente con la demencia, mientras que otros sostienen que la circunferencia de la cintura es un mejor indicador de riesgo de demencia, en comparación con el IMC.

Inactividad, IMC y demencia

Sarah Floud, del departamento de Salud de la población de Nuffield en la universidad de Oxford en el Reino Unido, es la autora principal de un estudio que examinó a 1 136 846 mujeres y cuyos hallazgos aparecen en la revista Neurology.

El objetivo del estudio era aclarar si la obesidad en la mediana edad es una causa de demencia y si el bajo IMC, la baja ingesta calórica y el sedentarismo son causas o consecuencias del inicio gradual de la demencia.

Para esto, los investigadores obtuvieron datos de las participantes que tenían una edad promedio de 56 años y estaban libres de demencia al comienzo del estudio, que duró entre los años 1996 y 2001.

Las mujeres brindaron información sobre su estatura, peso, consumo de calorías y actividad física. El equipo de investigadores las siguieron clínicamente hasta el 2017 a través de los registros del Servicio Nacional de Salud. Estos también consignaron cualquier ingreso hospitalario por demencia.

Para el estudio, los científicos consideraron un IMC de 20-24,9 como «deseable», 25-29,9 como sobrepeso, 30 y más como obeso. 

Clasificaron como inactivas a las mujeres que hacían ejercicio menos de una vez por semana y como activas a las que hacían más tiempo de actividad física.

Con los datos obtenidos, el equipo calculó las asociaciones entre el IMC y la incidencia de demencia durante el período de seguimiento para ajustar algunas variables importantes como edad, estatura, educación, tabaquismo, consumo de alcohol, uso de hormonas menopáusicas y área residencial.

Obesidad en la mediana edad y demencia

Este nuevo estudio a largo plazo revela que la obesidad en la mediana edad aumenta el riesgo de demencia en las mujeres, no así la ingesta de calorías y la inactividad física.

Estos hallazgos pueden resumirse de la siguiente manera durante el período de estudio:

  • Para el 89 % de las participantes no aparece mencionada la demencia en sus registros de salud. 
  • A los 15 años después del comienzo del estudio, un total de 18 695 mujeres habían recibido un diagnóstico de demencia.
  • Las mujeres que tenían obesidad al comienzo de la investigación tenían un 21 % más de probabilidades de desarrollar demencia, en comparación con aquellas que tenían un IMC «deseable».
  • Más específicamente, el 2,2 % de las mujeres con obesidad desarrollaron demencia a largo plazo, en comparación con el 1,7 % de aquellas con un IMC saludable.
  • Estos hallazgos pusieron en evidencia que la ingesta baja en calorías y la falta de actividad física tenían una asociación con un mayor riesgo de demencia en la primera década del estudio.
  • Pero estas asociaciones se desvanecieron gradualmente después de ese período, y ni la ingesta de calorías ni la inactividad tuvieron una asociación significativa con el riesgo de demencia.

Floud, al comentar los hallazgos, manifiesta: «Algunos estudios anteriores han sugerido que una dieta pobre o la falta de ejercicio pueden aumentar el riesgo de demencia de una persona».

«Sin embargo, nuestro estudio encontró que estos factores no están relacionados con el riesgo a largo plazo de demencia. […] Los vínculos a corto plazo entre la demencia, la inactividad y la ingesta baja en calorías probablemente sean el resultado de los primeros signos de la enfermedad, antes de que los síntomas comiencen a mostrarse», aclara.

Ampliar período de estudio

«Por otro lado, la obesidad en la mediana edad se relacionó con la demencia 15 años después o aún más adelante. La obesidad es un factor de riesgo bien establecido para la enfermedad cerebrovascular, la cual contribuye a la demencia más adelante en la vida», agregó la investigadora.

Por este motivo, el equipo enfatiza que son necesarios estudios prospectivos durante períodos más largos para responder de manera más clara a la pregunta de cómo el IMC se relaciona con el riesgo de demencia en diferentes etapas de la vida.

Además, el estudio está limitado por el hecho de que solo involucró a mujeres, lo que significa que los hallazgos pueden no aplicarse a los hombres. Este grupo debería ser abordado en otros estudios para establecer su riesgo en relación a estas variables.

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