Hipertensión y ansiedad

- Por

Durante los últimos años, algunos investigadores han dedicado sus esfuerzos a encontrar la relación entre problemas emocionales y psicológicos, y la salud física. Una de esas líneas de estudio ha sido la relacionada con la hipertensión y con la ansiedad, debido a que este trastorno mental puede causar el aumento de la presión arterial si hay ataques constantes de miedo y de pánico.

¿Qué es la ansiedad? Es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones de peligro. Es un mecanismo de defensa que nos prepara para actuar ante un riesgo. Sin embargo, cuando permanece una vez que el problema ha pasado o se manifiesta de forma constante e irracional en los pensamientos, se vuelve dañina.

Según los National Institutes of Health de Estados Unidos, en ese país, la ansiedad afecta a 1 de cada 5 adultos. Por su parte, la Secretaría de Salud (Ssa) de México indica que alrededor del 12 % de la población mundial padece este trastorno.

Una persona con ansiedad solo piensa en los peores escenarios, se siente nerviosa y preocupada, presenta deseos de huir, inquietud y hasta sensación de muerte. Estas emociones pueden afectar sus actividades cotidianas.

Existen diferentes tipos. El más común es el trastorno social, también conocido como fobia social. Quienes lo sufren tienden a estar preocupados de forma excesiva antes de un evento social, sienten vergüenza y miedo a ser juzgados. Incluso tener una conversación les resulta complicado.

Otra es la generalizada, caracterizado por preocupación constante de temas cotidianos, como la salud, dinero, problemas familiares. No importa si hay razones o no para la angustia, esta se mantiene presente e impide la concentración y la relajación. Del mismo modo, provoca trastornos del sueño, dolores de cabeza o musculares. En momentos de estrés, los síntomas empeoran.

Uno más es el trastorno de pánico. Suele presentar brotes de miedo repentinos y continuos durante varios minutos. Hay síntomas físicos como la falta de respiración, dolor en el pecho y, en casos más graves, ataques cardíacos.

Las señales de que la ansiedad está rebasando al individuo incluyen debilidad, aceleración de la frecuencia cardíaca, náuseas, mareos y destellos.

Algunos estudiosos han sugerido que la ansiedad es hereditaria, pero no está claro del todo. Lo que sí se sabe es que algunos cambios hormonales, genética o eventos traumáticos pueden desatar este padecimiento.

Para hacerle frente a la ansiedad es necesario consultar a un especialista. Según los síntomas, el historial médico y la frecuencia con que aparece se determinará el tratamiento. Un médico podría realizar exámenes físicos de rutina para saber si esos problemas son causados por alguna otra afección.

Entre los métodos para controlar la ansiedad se encuentra la atención psicológica, terapias cognitivo-conductuales, medicamentos recetados por un psiquiatra o una combinación de todos ellos.

Hipertensión

La hipertensión es una enfermedad crónica provocada por un aumento en la fuerza de bombeo de la sangre. Suele ser asintomática cuando inicia y la única forma de saber que está presente es con revisiones periódicas.

Para determinar esta condición, se hace una lectura de dos presiones: la sistólica y la diastólica. Ambas se miden en milímetros de mercurio (mmHg). La primera indica a cuántos mmHg bombea la sangre en su momento más alto y la segunda mide la presión cuando el corazón está en reposo entre un latido y otro.

La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos señala que una presión arterial normal es de 120/80 mmHg o menos. Cuando rebasa esas medidas, entonces se denomina hipertensión.

Las causas son diversas: desde antecedentes familiares y la edad hasta un estilo de vida poco saludable con un alto consumo de sal y poca actividad física.

En la actualidad, se ha investigado la relación de la hipertensión con la salud mental y con problemas como la ansiedad, ya que esta última implica alteraciones en la frecuencia cardíaca, en el sistema nervioso y en un mal manejo del estrés.

Adultos mayores

Un estudio de Indonesia, publicado en la revista Psycho Idea, destacó que hay pocos tratamientos de hipertensión que se enfoquen en factores psicológicos, como el estrés, la depresión y la ansiedad, que podrían ser causa de presión alta.

A través de métodos cuantitativos y con base en datos recolectados por medio de un examen denominado DASS, midieron los niveles de ansiedad, depresión y estrés; por otro lado, con un esfigmomanómetro, tomaron la presión arterial.

Entre los hallazgos encontraron que estos trastornos psicológicos en los ancianos tenían una relación muy fuerte con sus niveles altos de presión: entre más deprimidos, ansiosos o estresados se sentían, mayor era la tendencia a la hipertensión.

Otro estudio de la misma región, pero que se presentó en la Proceeding the 4th International Nursing Conference, demostró que, en algunas regiones como Indonesia, las personas mayores con hipertensión tenían mayores experiencias relacionadas con la ansiedad, en comparación con quienes no tenían presión arterial alta.

Por su parte, en la European Heart Journal apareció una investigación realizada en Ucrania en la que se proponían a la ansiedad y a la depresión como responsables de niveles altos de presión arterial.

Los autores trabajaron con 375 mujeres y 220 hombres tratados por hipertensión en la University Clinic, Military Hospital and Cardiological Ambulance de la región Bukoviniana. Incluyeron a pacientes con desórdenes psiquiátricos y realizaron pruebas psicométricas.

Tras analizar los exámenes, notaron que en las mujeres había una relación más significativa entre la ansiedad y los niveles de hipertensión. Por su parte, en la revista Hipertensión y Riesgo Vascular, especialistas españoles determinaron que la hipertensión arterial tiene un origen multifactorial en el que caben al menos dos categorías: riesgo biológico y psicológico.

Debido a lo anterior, observaron a los niveles de depresión y de ansiedad como manifestaciones de estrés crónico e influencia en el aumento de presión arterial.

Estos expertos trabajaron con 40 pacientes a quienes les revisaron su historial clínico y les hicieron exámenes físicos, análisis de sangre, electrocardiograma, radiografía de tórax, ecografía renal, estudios hormonales y de sueño. Los monitorearon por 24 horas y les realizaron pruebas de ansiedad y de depresión.

Aunque sus resultados no fueron concluyentes ni demostraron una correlación fuerte entre estos trastornos psicológicos y la hipertensión, sí observaron que, en el caso de los hombres con depresión moderada, los niveles de presión arterial eran más altos que en aquellos con depresión baja o sin depresión.

Si bien no pudieron establecer la asociación, resaltaron que es necesario realizar más estudios para valorar la influencia del tratamiento para la ansiedad y para la depresión sobre el control de presión arterial.

En febrero de este año, en la revista Experimental and Therapeutic Medicine, se publicó un estudio realizado por científicos chinos en el que sugieren que la hipertensión pulmonar está relacionada con la prevalencia de ansiedad y de depresión en los pacientes.

Para llegar a sus conclusiones, trabajaron con 36 pacientes chinos durante marzo de 2015 y febrero de 2016. A los participantes les realizaron cuestionarios sobre su estilo de vida, depresión y ansiedad. Los dividieron en dos grupos: quienes presentaban trastornos psicológicos y quienes no tenían ninguno. Les dieron seguimiento cada 3 meses.

Al principio, ambos grupos tuvieron puntuación similar en los exámenes; no obstante, con el paso del tiempo, los pacientes con depresión y con ansiedad tuvieron menor puntuación en todas las subescalas y se notó un deterioro en su calidad de vida.

Además, notaron que, en la sociedad china, los pacientes con ansiedad y con depresión tienen un peor pronóstico de salud y un agrandamiento del ventrículo derecho que es el encargado de bombear la sangre a los pulmones.

Existen otros estudios que se han enfocado en otros tipos de tratamientos (como la musicoterapia y la terapia de relajación) para evaluar los efectos. Sus conclusiones han sido similares: enfocarse en los trastornos psicológicos de pacientes con presión arterial alta, mejora la calidad de vida, el sueño y la ansiedad, y reducir la tensión arterial.

Cambiar el estilo de vida

La Mayo Clinic destaca que la ansiedad por sí sola no causa hipertensión; sin embargo, los episodios constantes de este trastorno pueden provocar aumentos repentinos en la presión arterial. Si estos son muy frecuentes, pueden dañar el corazón, los vasos sanguíneos y hasta los riñones, del mismo modo que lo hace la presión alta.

Asimismo, anota que, cuando hay ansiedad, la probabilidad de adoptar hábitos poco saludables también es mayor y, usualmente, están relacionados con el tabaquismo, consumo de alcohol y mala alimentación. Del mismo modo, algunos medicamentos indicados para la ansiedad podrían tener repercusiones en la presión arterial.

Por todo eso, es importante acudir a especialistas de la medicina y a profesionales de la salud mental para que ayuden a encontrar un tratamiento adecuado e integral para evitar repercusiones tanto por ansiedad como por hipertensión.