COVID-19: anticuerpos monoclonales vs. vacuna
El mundo sigue con atención la vertiginosa carrera por desarrollar una vacuna para combatir la pandemia. Pero otra competencia se pone en juego: los anticuerpos monoclonales. Las inmunoglobulinas específicas proporcionan inmunidad instantánea contra el virus, mientras que las vacunas requieren más tiempo de prueba y voluntarios para ser testeadas.
Anticuerpos monoclonales versus medicamentos
En palabras de Ajay Nirula, vicepresidente de la importante farmacéutica Eli Lilly: «Los anticuerpos tienen el potencial de ser un puente importante hasta que la vacuna esté disponible», por lo que esta es una de las grandes compañías que invierte en ellos.
Además, podrían tener mayor eficacia que los medicamentos disponibles actualmente, como remdesivir y dexametasona. Estos anticuerpos pueden proteger a los trabajadores sanitarios, al disminuir el riesgo de infectarse. También, reducir la gravedad de la COVID-19 en pacientes hospitalizados, especialmente en los críticos.
Pero para la fabricación de anticuerpos monoclonales se deben tener biorreactores donde crezcan líneas de células B productoras de anticuerpos, lo que es costoso.
Ensayos con anticuerpos
Poco después del inicio de la pandemia, los investigadores de la industria farmacéutica comenzaron a identificar, diseñar, ajustar y realizar pruebas de laboratorio en base a anticuerpos monoclonales contra el SARS-CoV-2.
Descubrieron que la mayoría funciona uniéndose y “neutralizando” la proteína de espiga, presente en la superficie del virus, que le permite ingresar e infectar a la célula.
El 29 de mayo, Lilly, en colaboración con AbCellera, lanzó el primer estudio fase I en humanos de un anticuerpo monoclonal. Este demostró su seguridad y tolerancia en pacientes hospitalizados con COVID-19.
Una prueba de prevención con anticuerpos, en coordinación con la NIAID’s COVID-19 Prevention Trials Network (CoVPN), reclutará a 2000 voluntarios que vivan en una casa con algún caso confirmado de COVID-19.
Otro estudio de tratamiento con inmunoglobulinas tiene como objetivo inscribir a casi 2600 personas hospitalizadas con COVID-19 grave.
Por su parte, Lilly está realizando sus propios ensayos, como un estudio fase II controlado. Se realiza entre 2400 residentes y personal de centros de atención sanitaria.
Según Amy Jenkins, directora del programa de la Pandemic Prevention Platform (P3) Program at the Defense Advanced Research Projects Agency: «Deberíamos poder ver una señal de eficacia muy rápidamente» de estos ensayos. Aunque Jenkins no se anima a predecir, considera que entre noviembre y diciembre es un plazo «realista y conservador». Es más, los investigadores dicen que estos resultados pueden estar antes que cualquier vacuna segura y efectiva.
La limitante con las vacunas es que sus ensayos deben esperar unas pocas semanas para que el sistema inmunológico desarrolle respuestas humorales ante la inyección del patógeno. Después, unas semanas adicionales para que la persona inmunizada esté lista para una exposición al SARS-CoV-2. Por el contrario, para los ensayos de tratamiento con anticuerpos, estos ya están disponibles para actuar.
Potencia y duración
Dennis Burton, un inmunólogo que pertenece al grupo Scripps Research, ha aislado anticuerpos monoclonales muy potentes contra el SARS-CoV-2. Prontamente esperan pasar a estudios en humanos, con la idea de que protegerán a las personas de la infección durante meses con una sola inyección.
Kyratsous dice que, incluso, si los anticuerpos monoclonales no superan a las vacunas en su poder preventivo, aún podrían desempeñar un papel contra COVID-19, pues «vamos a necesitar ambos enfoques a largo plazo».
Señala que las vacunas rara vez son 100 % efectivas. Además, muchas personas pueden no querer vacunarse por múltiples motivos. Agrega que los ancianos o las personas inmunocomprometidas pueden no generar respuestas inmunes importantes o duraderas después de ser vacunados.
Disponibilidad y costos
Sin embargo, los suministros de anticuerpos monoclonales pueden ser limitados, en parte, debido a una inversión modesta.
Si los anticuerpos funcionan, un estudio del Centro Margolis de Políticas de Salud de la universidad de Duke estima que solo Estados Unidos requerirá casi 40 millones de dosis el próximo año.
Aunque la forma de priorizar la distribución de la vacuna ya ha provocado un amplio debate, aún no se ha dado esa discusión sobre los anticuerpos monoclonales.
Christos Kyratsous, de Regeneron Pharmaceuticals Inc., se muestra optimista acerca de satisfacer la creciente demanda : «Lo bueno de algunos de estos productos biológicos es que se puede aumentar la producción con bastante rapidez».
Pero, al final, todo tiene un peso económico, pues el elevado costo de los monoclonales, especialmente para las dosis más altas necesarias para el tratamiento, podría dividir al mundo entre los que tienen y los que no pueden costearlo.
Inmunoglobulinas propias
Jenkins dice que un objetivo clave del proyecto P3 ha sido investigar que los anticuerpos monoclonales puedan ser sintetizados por el propio cuerpo, en lugar de ser producidos en grandes biorreactores.
Aunque aún no se ha probado en humanos, la idea es inyectar ADN o ARN mensajero a las personas para que codifique un anticuerpo deseado. Esto permitirá que sus propias células lo produzcan para reducir los costos.
Además, la demostración de que los anticuerpos monoclonales funcionan como preventivos puede beneficiar a los fabricantes de vacunas, lo que evidencia que los anticuerpos contra la proteína de espiga del SARS-CoV-2 son suficientes para inducir inmunidad. Ambas propuestas saldrían ganando, beneficiando a los usuarios y pacientes.
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