Tuberculosis, malaria y VIH: atención médica deficiente por la COVID-19
La COVID-19 amenaza gravemente el combate de enfermedades infecciosas graves, como la tuberculosis (TB), el VIH y la malaria. Hasta este año, estas enfermedades estaban disminuyendo sus cifras, con el más bajo porcentaje en el 2018. Pero, ahora, a medida que la pandemia de COVID-19 consume los recursos diagnósticos y terapéuticos de salud global, estas patologías están siendo desatendidas.
La tuberculosis mata a 1,5 millones de personas cada año. Se estima que estas cifras aumentarán dramáticamente, debido a los bloqueos y a las interrupciones de la cadena de suministros por esta extendida pandemia.
Diagnóstico tardío y sus repercusiones
Debido a la falta y a la tardanza del diagnóstico y del tratamiento, aumenta la probabilidad de que una enfermedad infecciosa se propague y sea mortal.
La infraestructura y la herramientas diagnósticas, como las pertenecientes a GeneXpert, utilizadas para detectar material genético del Mycobacterium tuberculosis y del VIH, también sirven para diagnosticar el SARS-CoV-2. Pero ahora la mayoría de las clínicas están usando ese equipamiento solo para el coronavirus.
Además, el suministro de pruebas de diagnóstico para estas patologías ha disminuido, a medida que las empresas fabrican pruebas más lucrativas, como las usadas para detectar el coronavirus. Este es el caso de Cepheid, con sede en California, que fabricaba los kits diagnósticos para TB. Ahora se ha centrado en elaborar tests para el SARS-CoV-2.
Hay casos en los que una breve demora en el diagnóstico puede ser rápidamente fatal o implicar una elevada contagiosidad en la comunidad.
La disminución del diagnóstico para la TB entre personas con contacto estrecho y en viviendas y poblaciones con hacinamiento ocasiona su propagación de manera más eficiente.
Cada persona con TB puede transmitir la enfermedad a otras 15 durante un año. Esto es especialmente preocupante en zonas densamente pobladas y con altas tasas de tuberculosis, como las favelas de Río de Janeiro o los municipios de Sudáfrica. Estos hechos agravarían la situación de la tuberculosis como principal asesino mundial.
En algunos países, como la India, que tiene el 27 % de todos los casos de TB mundial, el gobierno ordenó a los hospitales públicos que se concentraran en COVID-19. Muchos nosocomios cerraron servicios ambulatorios que atendían otras enfermedades. Debido a esto, su diagnóstico ha disminuido casi un 75 % desde que comenzó la pandemia.
Restricción de recursos
El temor a contagiarse de coronavirus y el cierre de varias clínicas han dejado sin atención a muchos pacientes afectados por VIH, tuberculosis y malaria. Además, las restricciones en los viajes aéreos y marítimos han limitado la entrega de medicamentos a aquellas regiones más afectadas.
Aproximadamente el 80 % de los programas de tuberculosis, VIH y malaria en todo el mundo han reportado recortes en la atención.
En el caso puntual de las personas con VIH, una de cada cuatro ha tenido problemas para acceder a los fármacos. Esto puede conducir a la aparición de resistencia a los medicamentos.
En África subsahariana, la interrupción de seis meses en el acceso a medicamentos para evitar la transmisión vertical del VIH podría aumentar enormemente las infecciones en los recién nacidos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la interrupción por seis meses de la terapia antirretroviral puede ocasionar más de 500 000 muertes adicionales por enfermedades relacionadas con el VIH.
Desde que comenzó la pandemia, al menos 121 países tuvieron una caída en los pacientes con tuberculosis que visitan clínicas.
Según estimaciones, un bloqueo de tres meses a nivel mundial y un retorno gradual a la normalidad durante 10 meses podría provocar 6,3 millones de casos adicionales de TB y 1,4 millones de muertes. Esto sitúa a la tuberculosis como principal asesino mundial en cuanto a enfermedades contagiosas.
La temporada de malaria ha comenzado en África occidental, que tiene el 90 % de las muertes por esta patología en el mundo, pero las estrategias para su prevención se han reducido debido a las restricciones económicas. Un modelo predice que las muertes por malaria podrían duplicarse a 770 000 por año.
Falta de medicamentos
Los bloqueos en muchos lugares se impusieron tan rápidamente que las existencias de fármacos para TB, VIH y malaria se agotaron rápidamente.
Además, debido a la idea del potencial uso de la cloroquina para el coronavirus, se ha producido un acaparamiento de la droga en algunos países, lo que agotó su disponibilidad a nivel mundial.
En el caso de los antirretrovirales, más del 80 % del total del suministro proviene de solo ocho empresas indias. Su costo podría aumentar enormemente debido a la escasez de suministros y de mano de obra, interrupciones del transporte y fluctuaciones monetarias.
También existe el riesgo de que las empresas indias recurran a fabricar medicamentos más rentables. También podría suceder que no lleguen a satisfacer la creciente demanda mundial. El gobierno indio podría, incluso, decidir no exportar medicamentos, reservándolos para sus propios ciudadanos.
Las organizaciones de ayuda y los gobiernos están tratando de mitigar parte del daño estirando suministros y almacenando medicamentos.
Como medidas paliativas, la mitad de los 144 países encuestados por la OMS dijeron que han optado por dar a los pacientes medicamentos contra el VIH, suficientes para durar al menos tres meses, con el fin de limitar sus viajes a los hospitales.
En algunos países han establecido depósitos para que los pacientes recojan píldoras antirretrovirales o se las entreguen directamente en sus hogares.
Falencias sanitarias en evidencia
La pandemia ha expuesto profundas falencias en los sistemas de salud de muchos países.
En el caso de Zimbaue, el personal de los hospitales públicos trabajaba en turnos reducidos incluso antes de la pandemia, porque el gobierno no podía pagar sus salarios completos. Es más, algunos hospitales han cerrado los servicios ambulatorios, donde administraban medicamentos para los pacientes con tuberculosis y VIH.
En Brasil, los hospitales están administrando cloroquina a pacientes con COVID-19, por recomendación del ministerio de salud de Brasil, a pesar de no ser avalada por la evidencia científica.
Este uso indiscriminado de la cloroquina puede conducir a la resistencia al medicamento. Pero también dijo que es posible que su distribución generalizada ayude a proteger de la malaria a los residentes del Amazonas.
Con mayor disponibilidad de medios tecnológicos, los médicos también están adoptando llamadas telefónicas y de video para aconsejar y tratar a los pacientes.
Varios expertos en salud pública advirtieron que si las tendencias actuales continúan, es probable que la COVID-19 pueda retrasar décadas el progreso en el combate de la tuberculosis, el VIH y la malaria.
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