OMS: la depresión afecta a 350 millones de personas a nivel mundial

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Los problemas de salud mental han cobrado actualmente una gran prevalencia, por lo que se hace indispensable un enfoque efectivo de índole preventivo de estas patologías, a través de un diagnóstico precoz, así como la implementación de una terapia oportuna y eficaz.

Entre los obstáculos para lograr una adecuada atención se encuentran la estigmatización de los trastornos mentales, sumada a una inexacta evaluación clínica y el abandono de las terapias por parte de los afectados.

Dentro de estas problemáticas, la depresión es una entidad patológica de diagnóstico muchas veces incierto, subestimado y atribuido habitualmente a estados de “tristeza” que se espera sean pasajeros. Pero la bibliografía especializada nos la define como: “Una alteración patológica del estado del ánimo con un descenso del humor que termina en tristeza, acompañada de diversos síntomas y signos de tipo vegetativo, emocionales, cognitivos y conductuales que alteran los ritmos vitales y persisten por tiempo prolongado (al menos dos semanas). Con frecuencia tiende a manifestarse en el curso de la vida, con aparición de uno o varios episodios, adquiriendo un curso fásico o recurrente con tendencia a la recuperación entre ellos”.

Su tratamiento puede mejorar ostensiblemente la sintomatología, pero en casos graves y/o sin tratamiento, puede terminar en el suicidio.

Fuente: masfe.org

Datos epidemiológicos

La prevalencia de depresión en la población mundial se estima que bordea un 9,5%, porcentaje que se ve incrementado cuando se analiza al asociarse con otras patologías, especialmente aquellas de curso crónico.

Según la OMS, la depresión afecta a unos 350 millones de personas, siendo considerada como la principal causa de discapacidad a nivel mundial.

En cuanto a grupo etario, uno de cada diez adultos sufre de depresión, y aproximadamente el 60% de ellos no recibe el tratamiento correspondiente, a pesar de que el tratamiento es efectivo en la disminución de la sintomatología en más de 50% de los casos. En cuanto a sexo, afecta aproximadamente al doble de mujeres en relación con los hombres.

Etiologías probables

La depresión no es atribuible a una causa puntual, sino más bien parece ser el resultado de una combinación de diversos factores, tanto genéticos, bioquímicos y psicológicos.

Existen algunas investigaciones que indican que las enfermedades depresivas son trastornos a nivel cerebral, puesto que las tecnologías imagenológicas- como la resonancia magnética nuclear (RMN) han evidenciado que el cerebro de las personas con depresión se ve diferente al de los sujetos sanos.

Las áreas del cerebro implicadas en la regulación de los estados anímicos: pensamiento, hambre y comportamiento, parecen ser disfuncionales. Además, se sabe hace tiempo que existen importantes neurotransmisores alterados y cuya función es regular el estado de ánimo, como la dopamina, catecolamina y noradrenalina. En el caso de la serotonina, sus bajos niveles siempre se asocian a la depresión, pero en el caso de la depresión exógena, su concentración decrece como consecuencia de la depresión, mientras que en la endógena, los bajos niveles de serotonina son los causantes de este trastorno.

Además, se ha observado que algunos tipos de depresión tienden a transmitirse de generación en generación, lo que sugeriría una causa genética, que podría estar asociado a la síntesis o metabolismo deficitario de algunos neurotransmisores; también puede presentarse en personas sin antecedentes familiares de este trastorno.

Los hallazgos genéticos indican que el riesgo de desarrollar depresión es consecuencia de múltiples genes que interactúan con factores ambientales o de otra índole. Eventos traumáticos, como la pérdida de un ser querido, una relación difícil o cualquier situación que el sujeto considere grave y estresante puede provocar un episodio de depresión.

La depresión, frecuentemente, coexiste con otras patologías -como los diversos trastornos de ansiedad- que pueden actuar como «gatillante» de ésta, que difiere según las personas y el tipo de situaciones que le ha tocado vivir. Según el número y la intensidad de los síntomas, los episodios depresivos se clasifican como leves, moderados o graves.

Síntomas

En general la sintomatología que se presenta en casos de depresión, es la siguiente:

  • Persistencia de tristeza, ansiedad o vacío existencial.
  • Desesperanza y/o pesimismo.
  • Sentirse culpable, inútil, y/o impotente.
  • Irritabilidad, inquietud.
  • Pérdida de interés en las actividades consideradas placenteras, incluso las relaciones sexuales.
  • Astenia.
  • Dificultades cognitivas, como el recordar detalles, concentrarse y tomar decisiones.
  • Trastornos del sueño: insomnio, despertar muy temprano o dormir en exceso.
  • Trastornos del apetito: comer excesivamente o presentar anorexia.
  • Pensamientos suicidas o intentos de suicidio.
  • Dolores y molestias persistentes, como cefaleas, cólicos, o problemas digestivos que no ceden ante el tratamiento.

Es importante saber distinguir si se trata de una depresión exógena o endógena.

La depresión exógena o reactiva

Este tipo de depresión se caracteriza por tener su causa en evento o la circunstancia externa (exógena) que vivenció el paciente, como duelos, separaciones afectivas, entre otras, que generan sentimientos de enorme tristeza. Se caracteriza por ser temporal, y una vez que se lleva a cabo el tratamiento apropiado los síntomas remiten y el paciente retorna a la normalidad.

Depresión endógena

Este tipo de depresión tiene un componente genético, por lo que existe una tendencia familiar a padecer dicho trastorno, aunque no es un factor determinante, ya que influye también el entorno y las situaciones que viven las personas en cuestión.

La depresión endógena se asocia a cambios biológicos en el cerebro, puesto que afecta la síntesis y metabolización de los neurotransmisores y la serotonina (la hormona de la felicidad).

Diagnóstico

La depresión, aun en los casos de mayor gravedad, es un trastorno tratable. Ciertos fármaco y condiciones médicas pueden provocar síntomas que se asemejan a los de una depresión, por lo que es necesario establecer un diagnóstico diferencial certero.

Diagnóstico diferencial:

  • Trastornos neurológicos y ciertas enfermedades infecciosas del cerebro, incluida la meningitis.​
  • Fallo hepático y/o renal.
  • Patologías respiratorias y cardíacas.
  • Enfermedades hematológicas, tales como la policitemia, la leucemiao la anemia de células falciformes.
  • Trastornos en la concentración de algunos electrolitos o de fluidos.
  • Estados carenciales, como algunas avitaminosis.

Un médico debe descartar estas posibilidades por medio de un examen físico, anamnesis y análisis de laboratorio. En caso que se descarte como causal una condición médica, se debe derivar a un especialista para que el paciente sea sometido a una evaluación psicológica.

Tratamiento

Los fármacos antidepresivos se emplean para tratar la depresión, ya que normalizan las concentraciones de neurotransmisores, principalmente la serotonina y la norepinefrina. Otros antidepresivos normalizan los valores de dopamina.

Los medicamentos que actúan como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y los inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina gozan de mayor popularidad que los antidepresivos más antiguos -como los tricíclicos y los inhibidores de la monoamino oxidasa- por tener menos efectos secundarios. Sin embargo, las guías de tratamiento actuales sugieren que la elección entre los distintos antidepresivos debe ser hecha en base a la sintomatología del cuadro depresivo, comorbilidades involucradas, efectos secundarios observados, interacciones farmacológicas- en caso de existir otras patologías y disponibilidad en el medio en que viven los pacientes. El tratamiento de un primer episodio depresivo debe durar entre 6 y 12 meses posterior a la remisión de los síntomas, para evitar la recurrencia.

Hay que tener presente que varios pacientes tienden a abandonar la medicación, por lo que es necesario un seguimiento estrecho, apoyo familiar y muchas veces,  asistir a sesiones de psicoterapia y redes de apoyo entre pares que sufren de condiciones similares.


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