Hipertensión y obesidad infantil

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Al escuchar sobre presión arterial alta solemos pensar que es una enfermedad exclusiva de adultos, ya que es más común en las personas mayores de 55 años. Sin embargo, también puede afectar a niños, niñas y adolescentes de forma aún más grave cuando la hipertensión y la obesidad infantil se relacionan.

El exceso de peso en infantes se ha vuelto un problema de salud pública a nivel mundial. De acuerdo con la Secretaría de Salud (Ssa), México ocupa el primer lugar en este padecimiento en Latinoamérica.

Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran que, en 2016, había más de 41 millones de niños menores de cinco años con obesidad o con sobrepeso, y un 10 % de las personas de entre 5 y 17 años tenían dicha condición. Casi la mitad de ellos vivía en Asia y una cuarta parte en África.

El problema con lo anterior es que permanece en la edad adulta y es un factor de riesgo para otras afecciones como la hipertensión, la cual ha mostrado una prevalencia que asciende hasta 30 % en niños y en adolescentes obesos.

Por supuesto, los niveles de presión y de masa corporal varían durante el desarrollo; no obstante, es importante identificar los parámetros considerados normales para prevenir y para tratar a tiempo cualquier padecimiento más grave.

¿Qué es la obesidad infantil?

La obesidad se considera una enfermedad crónica prevenible caracterizada por la acumulación excesiva de grasa. Para medirla, se usa el índice de masa corporal (IMC), el cual se obtiene al dividir el peso de una persona entre el doble de su estatura.

En los adultos, la OMS señala que un IMC superior a 25 indica sobrepeso, y uno mayor a 30 es obesidad. En los niños, la organización ofrece otras medidas a partir de sus patrones de crecimiento infantil.

A partir de esos parámetros, tener una o más desviaciones por encima de la media establecida son indicadores de obesidad en niños y en adolescentes de hasta 19 años.

De acuerdo con la Biblioteca Nacional de Estados Unidos, el aumento de peso puede deberse a los músculos, huesos o agua acumulada. No obstante, los factores para desarrollar obesidad están relacionados con un estilo de vida sedentario, mala alimentación, genética y ambiente.

Investigadores del Instituto Mexicano del Seguro Social destacan que esta condición favorece a otras complicaciones, como hiperglicemia, hipertrigliceridemia, bajos niveles de colesterol HDL y, por supuesto, hipertensión. Asimismo, hay mayor probabilidad de desarrollar diabetes, cáncer y enfermedades cardiovasculares.

Factores de riesgo

Un estudio publicado en la revista Nutrición Hospitalaria, a cargo de un equipo del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y del Hospital de Especialidades Bernardo Sepúlveda de la Ciudad de México, señaló que existen diversos factores asociados a la obesidad infantil en nuestro país. Uno de ellos son los genes con una baja respuesta a los tratamientos contra el exceso de peso.

En comparación con otras investigaciones europeas, donde no se han identificado genes nuevos, en México se encontró un polimorfismo del gen MC4R, relacionado con el incremento de adipocidad en niños de entre 5 y 17 años de edad. Adicionalmente, se hallaron los genes FAIM2, TMEM18, GPRC5BB, MTIF3 y TFAP2B, asociados al IMC, y el LRRN6C, que responde al sobrepeso.

Otra investigación con 580 niños de 8 a 13 años mostró polimorfismos asociados a mayor presión arterial. En este caso, los genes se expresan en el área hipotalámica y se asocian al gasto energético y al apetito.

Otro factor tiene que ver con los patrones de alimentación y de actividad física. Estos se ven afectados por el acceso a alimentos procesados con altas cantidades de grasa y de azúcares, a la comida rápida y a la exposición de publicidad sobre productos industrializados.

Finalmente, se ha observado que la microbiota intestinal, es decir, los microorganismos alojados en el tracto gastrointestinal encargados de ayudar en la digestión, se modifican con el crecimiento de tejido adiposo. Como consecuencia, aparecen problemas como la resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2.

Relación entre hipertensión y obesidad infantil

La hipertensión es el incremento en la fuerza que la sangre ejerce en las paredes de las arterias. Para medirla, se usan dos tipos de presiones:

  • La sistólica, cuando el corazón está en su máximo punto de bombeo y que, en condiciones normales, está alrededor de 120 milímetros de mercurio (mmHg).
  • La diastólica, medida del corazón en reposo entre un latido y otro que suele estar en 80 mmHg.

Las medidas mencionadas son aplicables solamente a adultos, pues en niños y en adolescentes, los cambios de la presión se consideran normales debido al crecimiento.

La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos divide la elevación de la presión arterial de niños de entre 1 y 13 años en tres niveles: elevada, etapa 1 y etapa 2.

Esos cambios pueden deberse a alteraciones hormonales o a la salud del sistema circulatorio, nervioso y de los riñones.

Cuando no se logra identificar una causa de la hipertensión infantil, se denomina primaria. Sin embargo, en niñas y niños, la presión arterial alta suele tener causas claras como:

  • Antecedentes familiares
  • Diabetes tipo 2
  • Colesterol alto
  • Problemas de respiración al dormir
  • Enfermedad renal
  • Nacimiento prematuro
  • Afecciones en la tiroides o en el corazón
  • Tumores
  • Algunos medicamentos esteroides
  • Trastornos de sueño
  • Sobrepeso y obesidad

De hecho, este último factor ha sido de especial preocupación para las autoridades sanitarias e investigadores por su alta incidencia.

Problema de salud pública

Un artículo publicado en los Archivos de Pediatría de Uruguay señala que los factores de riesgo para la obesidad y para el aumento en la presión arterial están presentes desde etapas tempranas y perduran hasta la adultez. Por ello, los autores hacen hincapié en que la detección temprana es clave para contar con estrategias preventivas eficaces.

En dicho estudio, los expertos trabajaron con niños de entre 10 y 13 años en escuelas públicas de Montevideo para conocer la prevalencia de ambas enfermedades.

Evaluaron las medidas antropométricas, en las que se incluyen talla, peso y contorno de cintura, de 1346 niños en 48 escuelas. De forma adicional, hicieron lecturas de su presión arterial.

Al finalizar, observaron que un 39 % presentaba obesidad y sobrepeso, y 20.8 % de ellos tenía presión arterial alta.

Para los autores, esto muestra la alta incidencia de ambas enfermedades. Por ello, sugieren que estos hallazgos pueden ayudar a redireccionar las acciones preventivas cardiovasculares en la infancia.

Por otro lado, en la revista Archivos de Cardiología de México, investigadores del Instituto Nacional de Cardiología destacaron que hay un aumento de la presión arterial que va de forma rápida hasta los 5 años. Posteriormente y hasta la pubertad, la presión arterial sistólica aumenta 1.2 mmHg por año y la diastólica de 0.5 a 1 mmHg por año.

Ya en la adolescencia, hay altas y bajas en la presión que son más evidentes en hombres que en mujeres, debido a la velocidad de desarrollo puberal. Estas variaciones suelen ser normales a menos que rebasen los parámetros medios.

Según estos científicos, el exceso de grasa tiene un papel determinante en la presión arterial alta y se ha observado que la eleva hasta 2.4 veces.

Ahora bien, en la relación hipertensión y obesidad infantil actúan tres mecanismos: alteraciones en la hiperactividad del sistema nervioso simpático, resistencia a la insulina y anormalidades en la estructura y en la función vascular.

Los importante, señalan los expertos mexicanos, es que los médicos estén familiarizados con las causas de la hipertensión para que puedan ofrecer un tratamiento que controle la presión durante la infancia y que ayude a mejorar el pronóstico para la vida adulta.

Prevención

Tanto la hipertensión como la obesidad pediátrica tienen consecuencias graves entre las que se encuentran los problemas cardíacos, accidentes cerebrovasculares, daños en los ojos y en el desarrollo del niño. Por ello, la mejor forma de evitarlo es la prevención.

En los estudios relacionados con estas enfermedades en la infancia, así como en las recomendaciones oficiales de la OMS y de autoridades sanitarias de países como México y Estados Unidos, se sugieren las siguientes acciones:

  • Reducir el consumo de sal y de grasa
  • Aumentar la ingesta de frutas y de verduras
  • Disminuir la preferencia por bebidas azucaradas y por productos procesados con alto contenido calórico
  • Realizar ejercicios de 30 minutos a 1 hora cada día
  • Limitar las actividades sedentarias

De igual manera, se invita a los padres a realizar chequeos periódicos al infante, en los que se incluyen revisiones a la presión arterial, niveles de colesterol y de azúcar, así como pruebas para detectar enfermedades cardíacas o renales.