«Lo grandioso del biohacking es que es sólo una pieza de la tecnología». Nuestra entrevista con Raymond McCauley
La biotecnología es la aplicación ingeniería y otros procesos científicos para tratar materiales orgánicos o inorgánicos; de este modo, se producen bienes o servicios para la resolución de asuntos muy específicos para una sociedad y que pueden tener un impacto en la naturaleza.
De acuerdo con el Consejo de Competitividad Europeo, la biotecnología permite la conjunción de otras disciplinas como la informática, la microelectrónica, la robótica y hasta las telecomunicaciones. Tiene bases en la ingeniería, en la física, la química y hasta en la veterinaria. Sus implicaciones son notorias en la industria farmacéutica, en la de alimentos, en la medicina y en la agricultura.
Algunos de los progresos que se han dado gracias a biotecnología son nuevos métodos de diagnóstico, genes mejorados para plantas, modificación del proceso de producción de vegetales, mayor calidad en alimentos. Asimismo, ha permitido transformación de madera y biomasa en energía.
Gracias a todos estos avances, los científicos ahora se preguntan si será posible modificar los genes humanos para controlar enfermedades o evitarlas. Mas no sólo eso, también piensan en la posibilidad de acercar herramientas a las personas para que seamos nosotros mismos quienes podamos entender qué es lo que sucede en nuestro ADN. Tal vez convertidos en una especie de hackers o investigadores del AND.
Y aunque suene a película de ficción, lo cierto es que ya hay una rama de la biotecnología que ha demostrado tener grandes beneficios médicos: el biohacking.
El biohacking es una forma de maximizar el potencial biológico para hacer modificaciones o creaciones específicas. Uno de los grandes representantes del biohacking en la actualidad es Raymond McCauley, biotecnólogo, ingenierio y empresario dedicado a acercar los beneficios de la biotecnología no sólo a los especialistas, sino también a las personas comunes.
McCauley, actualmente es Director de Biología Digital en la Universidad Singularity; Cofundador y Principal Arquitecto de BioCurious. En la actualidad explora cómo aplicar la tecnología a la vida cotidiana desde la biología, la genética, la medicina y la agricultura. En entrevista exclusiva para Nación Farma, nos platica más de su trabajo.
¿Qué es biohacking?
Hay muchas definiciones que las personas usan ahora, pero en pocas palabras es ser como un hacker de computadoras. Biohacking, al igual que en sistemas digitales, usa un código; ese código es el ADN. En la actualidad la gente quiere un hackeo del cuerpo, quieren modificarse a sí mismos, provocar que ciertos procesos sean más rápido, o implantarse algo (hay gente que está un poco loca).
En mis círculos de biohacking, va más allá de lo que hace un biólogo. Lo que realmente me motivó fue que estaba trabajando Illumina, compañía que inventó una secuencia de ADN, con una gran pieza que costaba un millón de dólares. Entonces pensé: “¡oh! ¡Cómo alguien podría usarlo alguna vez!”; tendrías que comprarlo, e instruirte y nunca se volvería popular. Así que pensé en cómo hacer que las personas accedieran a este tipo de herramientas; cómo cooperar para comprar el equipamiento o construir versiones más baratas.
Optamos por convertirnos en una especie de hackers de garaje; personas con acceso a equipo caro y que realizaban experimentos con otras tecnologías, como tecnologías de la información, agricultura, y cosas relacionadas con comida.
¿Qué recursos de otras disciplinas usa en el trabajo que realiza?
Lo grandioso del biohacking y de la biotecnología es que sólo es una pieza de la tecnología. Puedes hacer cualquier que una persona haría con una computadora. No importa si te dedicas al marketing, al social media, si eres un granjero, o un agrónomo, usas las tecnologías de la computación.
Muchas de las cosas que hacemos ahora requieren computación, y encontramos poco a poco a las personas que puede seguir adelante con esto e inventar las herramientas a través de la ingeniería eléctrica y hacer prototipos, versiones menos caras que las herramientas de miles de dólares. Cada campo que he visto, especialmente en biotecnología, se trata sobre compartir con las personas los objetivos de tu trabajo, compartir una historia, hacer un programa de televisión, usar las redes sociales para dar a conocer el proyecto.
Parte de esto es que la gente se involucre más. Vivimos en un mundo complicado y cada cosa importante que vivamos en los próximos años se puede convertir en un proyecto científico. Y los ciudadanos del mundo, incluso si no trabajaremos en eso, tenemos que interesarnos, estar informados al respecto y darnos cuenta de que podemos moldear el mundo; no sólo aceptar lo que alguien más nos dice que debemos hacer.
Es por eso que creó Biocurious, ¿es correcto?
Primero fue por encontrar un lugar y tener equipamiento en él; luego fue por educación. Se trata de ayudar a las personas a entender qué es la tecnología, porque muchos tienen miedo de ella, pero por las razones equivocadas.
Pienso que existe miedo a manipular nuestra cultura. No es que asegure que todo estará bien por siempre, pero tienes que escuchar diferentes voces. Una de las grandes cosas que hacemos es conectar con la gente. Utilizamos cada vez más tiempo en trabajar con las personas; así hemos logrado reclutar más personas, muchas de las cuales traen consigo nuevas tecnologías también.
¿Qué recursos y herramientas ofrecen a las personas comunes a partir del trabajo que hacen?
Mi parte favorita es el biohacking para niños, literalmente hay libros para niños desde 5 años sobre el sistema inmune y cómo trabaja. Es muy divertido escuchar a un niño decir a sus padres que observe las células receptoras.
Algunas de mis herramientas favoritas son aplicaciones. Y aquí tengo una historia sobre una app que alguien me recomendó y traía un juego incluido. Está basada en una enfermedad; uno controla la estimulación, cómo se propaga, sus factores, su esparcimiento y si se vuelve más mortal. Pero no actúas como un médico; sino como el germen.
Es muy divertido jugarlo; yo no juego tanto porque me desaliento, pero mis hijos sí; ellos lograron matar a todos en ese mundo, realmente eran muy buenos. Tiempo después, cuando estaba el tema del virus del ébola, estaba sentado con mis hijos viendo las noticias sobre ese tema y ellos dijeron que el ébola no era gran cosa. Les pregunté entonces a qué se referían y me contestaron que era obvio que se trataba de un virus difícil de esparcir; incluso si así fuera, mataría a las personas, por lo que no tendría más elementos conductores.
Ellos llegaron a esa conclusión gracias al videojuego
En ese momento te das cuenta, como padre y como científico, que se necesitan más cosas como ésta: aplicaciones, libros que la gente realmente pueda leer; pero, sobre todo, actividades donde las personas pongan las manos a la obra.
Una de las características Biocurious es su área de videolearning; porque, una cosa es ver un video en YouTube y otra ponerlo en práctica, especialmente en biología, en un mundo físico. En el laboratorio puedes tener a un mentor que te ayude a hacer ciencia. Sobre todo, tratamos de encontrar formas para crear y experimentar con los niños; que pueden generar una bacteria o hacer que una planta crezca en determinadas circunstancias.
La idea es experimentarlo, dejar de tener miedo de que algo no funcione; se trata de romperlo y mirar qué pasa.
¿Ha tratado de hacer lo mismo en otros países?
Sí, y creo que ha funcionado mejor en otros lugares. Es difícil en Estados Unidos porque hay muchas distracciones. Todos están ocupados en algo. Hemos tratado de llevar el biohacking a países donde las personas están preocupadas por algún problema social, con algunos activistas, para tener más herramientas y más manos.
No sabemos mucho sobre países como Japón, China o Corea, porque el lenguaje no lo hace sencillo; pero al viajar a esos y otros sitios, hemos podido conocer personas y crear redes para compartir información. Amo viajar y conocer a otros biohackers.
África ha sido un lugar excelente para recrear nuestro sistema. Los resultados no se dan en la misma magnitud como en México o en Estados Unidos, donde hay un poder mayor de distribución; pero ellos han logrado que sus propios recursos crezcan, y purifican el agua con tecnología biológica y química.
¿Qué lo motivo al ADN y a entrar en el mundo de la biotecnología?
Cuando tenía cinco años quería ser un astronauta. Durante gran parte de mi vida quise construir piezas, ser capaz de repararlas; por eso, me convertí en ingeniero eléctrico. Con el paso del tiempo, pensé que si realmente quería crear algo, lo que tenía que hacer era copiar a la madre naturaleza. Así que empecé a interesarme en la genética cuando estaba en la Universidad.
Durante ese tiempo, tenía una novia que estudiaba veterinaria; ella siempre decía que la química orgánica era mucho más difícil que el estudio de las computadoras y sistemas digitales. Ambos éramos muy competitivos, así que durante un semestre intercambiamos clases. Yo obtuve una A+ en química orgánica, y ella una A- en sistemas digitales. En ese momento fue cuando dije “Wow, esto es realmente interesante”. Y, a pesar de que durante todos esos años realmente quería convertirme en un científico programador, me dí cuenta de que quería aprender bioquímica. Así que me reinventé en los 90 y decidí tomar esa carrera. Así fue como llegué a eso.
Raymond McCauley cuenta con estudios de posgrado en ingeniería eléctrica por la Universidad de Texas A&M, Stanford y UC Berkeley; incluye estudios en informática, biofísica, bioquímica, bioinformática y nanotecnología. En la actualidad es desarrollador y asesora a varias compañías y organizaciones. Su trabajo y perfil se han presentado en Wired, Forbes, Time, CNBC, Science y Nature.