¿Vacuna de tuberculosis sirve para COVID-19?
Varios ensayos clínicos estudiarán la vacuna contra la tuberculosis para combatir el COVID-19. La intención es evaluar su capacidad para estimular el sistema inmunológico y para prevenir la infección.
Este ensayo se realizará en grupos de riesgo, como médicos, enfermeras y ancianos, que tienen más probabilidad de enfermarse gravemente si se infectan por el SARS-CoV-2.
La vacuna contra la tuberculosis (TB), llamada bacilo Calmette-Guérin (BCG), consiste en una cepa viva y debilitada de Mycobacterium bovis, un pariente cercano del M. tuberculosis, el agente etiológico de la tuberculosis.
La BCG se administra a los niños en su primer año de vida, con gran seguridad y economía. Ayuda a prevenir alrededor del 60 % de los casos de TB en niños, aunque con grandes diferencias entre los países.
Cómo funcionan las vacunas
Cuando un patógeno ingresa al cuerpo, actúan los leucocitos del sistema innato que constituyen la primera línea defensiva. Esta puede manejar hasta el 99 % de las infecciones. Si estas células son insuficientes en cuanto a su respuesta, entra en acción el sistema inmunitario adaptativo, donde las células T y B comienzan a dividirse para combatir la infección.
La clave para esto es que ciertas células T y los anticuerpos sintetizados por los linfocitos B son específicos frente a determinado patógeno. Una vez que se elimina el patógeno, una pequeña porción de estas células específicas se transforman en células de memoria, que estimulan aceleradamente la producción de células T y B para la próxima vez que el mismo patógeno ataque.
Las vacunas se basan en este mecanismo de inmunidad, ya que aumentan las respuestas inmunitarias específicas dirigidas contra un patógeno, al generar los anticuerpos que se unen y neutralizan un tipo de germen en particular.
Sorpresas de la BCG en la inmunidad
Pero se ha observado que la vacuna contra la tuberculosis (BCG) también puede aumentar la capacidad del sistema inmunitario para combatir patógenos distintos de la bacteria de la tuberculosis. Esto lo han observado en estudios clínicos realizados durante varias décadas. Al frente de estos avances están los investigadores daneses Peter Aaby y Christine Stabell Benn, en Guinea-Bissau.
Los investigadores concluyeron que esta vacuna previene aproximadamente el 30 % de las infecciones de cualquier patógeno conocido (incluidos los virus), durante el primer año tras su administración.
Ha habido varias revisiones sobre estudios que indican la capacidad de la BCG para estimular el sistema inmunológico y para disminuir la mortalidad en niños, pero han sufrido críticas en cuanto a sus aspectos metodológicos.
Pero la evidencia clínica ha aumentado y varios equipos han hecho hallazgos importantes sobre cómo la BCG puede estimular el sistema inmunológico. Este es el caso del equipo del profesor Mihai Netea, del Centro Médico de la Universidad Radboud, en los Países Bajos.
Anteriormente, se suponía que el sistema inmune innato, compuesto por glóbulos blancos, como los macrófagos, las células natural killer y los neutrófilos, no tenía memoria inmunológica. Pero Netea descubrió que la bacteria presente en la BCG puede permanecer viva en la piel humana durante varios meses. De esta manera, desencadena la respuesta innata durante un período prolongado, lo que llamó «inmunidad entrenada».
En un estudio aleatorizado controlado con placebo y publicado en 2018, el equipo demostró que la vacuna BCG protege contra la infección experimental con una forma debilitada del virus de la fiebre amarilla, que se usa como vacuna. Este hallazgo abre las puertas para estudiar el efecto de la vacuna contra la tuberculosis para combatir el COVID-19.
Reestudiando la BCG
A fin de generar un ensayo clínico aleatorizado de buena calidad metodológica para evaluar la vacuna contra la tuberculosis para combatir el COVID-19, un equipo en los Países Bajos iniciará la primera de las pruebas esta semana. Para ello, reclutarán a 1000 voluntarios que son trabajadores de la salud en ocho hospitales holandeses.
Aunque el estudio es aleatorio, los participantes sabrán si recibieron la vacuna en lugar de un placebo, pues a menudo causa una pústula en el sitio de inyección, la cual puede persistir durante meses. Pero los investigadores no podrán saber a qué grupo pertenece una persona.
El ensayo fue diseñado antes de que surgiera el nuevo coronavirus, pero dadas las circunstancias, la pandemia puede revelar efectos generales de la BCG más claramente, explica Netea, que se asoció para este estudio con el epidemiólogo y microbiólogo Marc Bonten de UMC Utrecht.
Otro equipo de investigación, pero de la universidad de Melbourne, está preparando un estudio de la BCG entre los trabajadores de la salud, utilizando este mismo protocolo. Por su parte, investigadores de la universidad de Exeter realizarán un estudio similar en ancianos.
Científicos del Instituto Max Planck anunciaron la semana pasada que, inspirados por el trabajo de Netea, realizarán un ensayo similar probando la vacuna de la tuberculosis contra el COVID-19, pero en personas mayores y en trabajadores de la salud. Se realizará con VPM1002, una versión genéticamente modificada de la BCG, que aún no ha sido aprobada para uso contra la tuberculosis.
Eleanor Fish, inmunóloga de la universidad de Toronto, dice que la vacuna probablemente no eliminará por completo las infecciones con el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, pero sí es probable que disminuya su impacto en las personas.
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