Beneficios de los antivirales en la prevención de la mortalidad en la hepatitis C
La hepatitis C es una infección que causa complicaciones graves como cirrosis, enfermedad hepática y carcinoma hepático, que en muchos casos tiene un desenlace fatal.
En los últimos 15 años, estas complicaciones han llegado a triplicarse y los modelos predictivos indican que podrían alcanzar un máximo entre 2030 y 2035. Para contrarrestar este sombrío panorama, la OMS ha establecido como meta para el 2030 la reducción en un 90% la incidencia (número de casos nuevos) de hepatitis C y una reducción de las patologías relacionadas.
Se calcula que a nivel mundial, unos 71 millones de personas padecen de infección crónica con el virus de la hepatitis C (VHC). En cuanto al número de casos diagnosticados de hepatitis C, México ocupa el segundo lugar en América Latina, después de Brasil. Según el Comité Científico de la Fundación Mexicana para la Salud Hepática (FundHepa) los infectados por el VHC serían entre 400 mil y 600 mil personas.
Los antivíricos curan más del 95% de los casos de infección por el VHC, siendo el objetivo de los fármacos antivirales de acción directa–
que actúan inhibiendo la replicación viral por bloqueo de sus distintas fases- lograr una respuesta sostenida, que se traduce en que el virus es indetectable en la sangre de los pacientes tratados.
Estudios anteriores han demostrado que existe una reducción del riesgo de complicaciones y mortalidad en los pacientes que han recibido interferón o antivirales de acción directa, pero pocos estudios han comparado pacientes tratados y sin tratamiento, por lo que se desconoce el verdadero impacto de su uso.
Estudio en The Lancet
Un equipo dirigido por el profesor Fabrice Carrat, de la Sorbonne Université, Francia, realizó el primer estudio longitudinal prospectivo que investiga el tratamiento de la hepatitis C crónica con antivirales de acción directa y cuyos hallazgos se publicaron en The Lancet.
Para el estudio, se reclutaron 10,166, pacientes pertenecientes a 32 centros en Francia. A los 33 meses, 9,895 pacientes tenían información de seguimiento disponible, por lo que fueron incluidos en el análisis. De ellos, 7,344 eran tratados con antivirales de acción directa y 2,551 estaban sin tratamiento.
Se consideró como pacientes con tratamiento antiviral continuo a aquellos que recibieron más de un tipo de antiviral de acción directa, aunque hubiesen tenido un retraso en su administración o si el primer regimen terapéutico no se había asociado con una respuesta sostenida en cuanto a una viremia negativa.
El estudio excluyó a los pacientes que tenían antecedentes de cirrosis descompensada y trasplante de hígado- que son el grupo con mayor riesgo de complicaciones- si bien los beneficios potenciales del tratamiento en este grupo podrían subestimarse debido a esta exclusión.
Durante el período de seguimiento: 218 pacientes fallecieron (129 tratados y 89 no tratados); 258 informaron carcinoma hepatocelular (187 tratados, 71 no tratados) y 106 tenían cirrosis descompensada (74 tratados, 32 sin tratar).
Para efectos de esta investigación, solo un pequeño número de pacientes se sometieron a una biopsia hepática para confirmar la cirrosis, así como a la medición de niveles de plaquetas o tiempo de protrombina, que son análisis de laboratorio que utilizaron como indicativo de si un paciente tenía cirrosis o no.
Los científicos encontraron que el empleo de antivirales de acción directa está asociado con una reducción en la incidencia de muerte y carcinoma hepatocelular en los pacientes tratados, pues aquellos individuos que recibieron la terapia antiviral fueron 52% menos propensos a morir prematuramente que los sin tratamiento, además, presentaron un 33% menos de probabilidades de desarrollar carcinoma hepatocelular dentro de un año.
Con respecto a la cirrosis hepática, se estudió un subgrupo de 3,045 pacientes con esta condición al inicio del estudio, en los que también se encontró una reducción en la mortalidad y el cáncer hepatocelular, siempre que los pacientes estuvieran con una viremia indetectable. Los investigadores creen que ésto se debe a que la terapia, al inducir una respuesta antiviral sostenida, permite que el hígado se regenere, reduciendo así el riesgo de complicaciones y mortalidad.
Importancia del estudio
Según manifiesta Carrat:
«Tomar una gran cohorte como ésta brinda la oportunidad de evaluar el efecto de la terapia antiviral de acción directa en los resultados a largo plazo de los pacientes con hepatitis C. Vimos una reducción del riesgo para las complicaciones relacionadas con la enfermedad y la mortalidad, y creo que este tratamiento debe considerarse para todos los pacientes con infección crónica por hepatitis C«.
Esta investigación es la primera en demostrar la efectividad clínica de los antivirales de acción directa sobre el curso de la enfermedad y sugiere que se deben considerar su empleo para todos los pacientes con infección crónica por el VHC.
El Dr. Raymond T Chung, Director del Liver Center at Massachusetts General Hospital, dice en un comentario, refiriéndose a esta investigación:
«El estudio de Carrat y sus colegas ofrece pruebas sustanciales de que la cura del VHC producida por los regímenes antivirales orales de acción directa están asociados a beneficios clínicos. Estos hallazgos contrarrestan firmemente los de una revisión Cochrane de ensayos de tratamiento antiviral de acción directa que no pudieron confirmar ni rechazar si los antivirales de acción directa tuvieran un efecto sobre la morbilidad y mortalidad relacionadas con el VHC a largo plazo. También proporcionan la mejor evidencia hasta la fecha para respaldar los documentos de orientación que recomiendan el tratamiento antiviral de acción directa para todos los pacientes con infección crónica por VHC. Finalmente, dan credibilidad a la consecución de los objetivos establecidos por la OMS, no solo para eliminar el VHC, sino también para reducir sustancialmente sus complicaciones«.