El olor de una enfermedad afecta la interacción social ante el peligro de contagio
Con el tiempo, los seres vivos hemos evolucionado en nuestra sensibilidad olfatoria, de la que muchas veces los humanos no somos conscientes del todo -especialmente con nuestra actitud frente a determinados olores- muchas veces por un condicionamiento social o el uso de una enorme cantidad de sustancias químicas perfumadas que “enmascaran” nuestros naturales aromas y nos “desensibilizan” ante el perfumado entorno.
En los seres humanos, el olor corporal es una consecuencia natural debida principalmente a las secreciones de las glándulas sudoríparas, en particular de las apocrinas, que se encuentran en las axilas; las glándulas sebáceas, además de la acción bacteriana que actúa sobre estos productos, modificándolos químicamente.
El olor corporal corresponde a una mezcla muy variable de diversos compuestos, que incluye sustancias químicas azufradas, como el ácido E-3-metil-2-hexenoico, 3-metil-3-sulfanilhexan-1-ol y otros sulfanilalcanoles.
Sudor y patologías
En casos de patologías, existen múltiples maneras en que una infección puede alterar el aroma emitido por una persona, especialmente al verse afectada la flora microbiana del cuerpo, puesto que un patógeno que altera el tipo o la cantidad total de esta micropoblación puede incidir en el olor particular de cada individuo.
Otra forma en que se ven afectados los olores se debe al accionar de los genes asociados con el complejo mayor de histocompatibilidad (CMH)- que controla la respuesta inmune- hecho que afecta las sustancias químicas sintetizadas y eliminadas por el sudor.
Como una respuesta del sistema inmune activado, cambia la excreción de otros subproductos metabólicos del sistema endocrino, apreciándose por ejemplo la elevación de los niveles de corticosterona sanguínea, además de la reducción de los valores de andrógenos circulantes, que a su vez repercute en la excreción de los químicos contenidos en el sudor.
Este fuerte e innegable vínculo entre el olfato y los estados de salud nos revela un importante mecanismo que ha sido empleado de manera instintiva en las variadas especies, como una forma de auto-preservación dentro de las interacciones sociales, que buscan aislar o proteger a los individuos de potenciales enfermedades, especialmente las infecto-contagiosas, como en el caso de un individuo resfriado, al que podremos “oler” para evitar de manera instintiva sentarnos al lado de él y mantenernos distantes.
El olfato selectivo
Estudios anteriores han demostrado que los roedores son particularmente sensibles a la hora de detectar patologías, ya que afecta su comportamiento social e influye en la elección de otros roedores con los cuales interactuar y en qué momento.
Puesto que en general, el resto de los animales poseen mejor olfato que los humanos, algunos investigadores han intentado entrenarlos para identificar ciertas enfermedades que afectan a nuestra especie. Por ejemplo, científicos pertenecientes a la Universidad de Pensilvania en Filadelfia intentaron entrenar perros para detectar el cáncer de ovario .
Olfato y respuesta social: un nuevo estudio
En investigaciones anteriores realizadas por científicos del Centro Monell de Filadelfia empleando ratones, han demostrado que incluso la inflamación puede modificar sutilmente el olor corporal de una persona, ante lo cual los roedores, al captar posibles riesgos de infección evitan el contacto y potencial contagio.
Un nuevo estudio realizado por este centro- publicado en la revista Scientific Reports– pone en evidencia que los estados patológicos pueden influir no sólo en el olor corporal de una persona infectada, sino también en los otros sujetos con los que comparte el espacio vital, como señala la líder del estudio, Stephanie Gervasi: «La exposición a los olores de las personas enfermas puede desencadenar respuestas protectoras o preparativas en sus interlocutores sociales para minimizar el riesgo de infección inminente”.
Para probar cómo los cambios de olor podrían afectar la respuesta de personas sanas, Gervasi y su equipo inyectaron a un grupo de ratones un tipo de lipopolisacáridos (LPS), correspondiente a una toxina no infecciosa que desencadena una respuesta inflamatoria en su receptor.
Los investigadores procedieron a mantener a los roedores inoculados con LPS- que representaban un modelo de infección- en el mismo espacio que varios ejemplares de ratones sanos.
Posteriormente introdujeron «ratones biosensores” o «ratones sniffer», que corresponde a animales entrenados para distinguir entre el olor específico de la orina de ratones inoculados con el LPS y el de la orina emitida por los roedores sanos.
El equipo de Gervasi descubrió que los ratones “sniffer” probablemente «clasifiquen» y distingan la orina de ratones sanos de la misma manera que la proveniente de roedores inyectados con LPS. Es decir, los ratones sanos que habían compartido el espacio con los ratones «enfermos» tendían a producir los mismos olores que este último grupo.
Transferencia informativa y su repercusión
Estos hallazgos se repitieron en otros experimentos, en los cuales los científicos dispusieron al grupo de ratones sanos y el inyectado con LPS en compartimientos separados por una perforación que los dividía, permitiendo que los olores circulen, pero evitando la interacción física entre ambos grupos. Esta experiencia sugiere que el método de transmisión de información no se debía a la interacción física directa entre los roedores.
El coautor del estudio, Gary Beauchamp señala: «Este trabajo muestra no solo que los olores son una señal de enfermedad, sino que pueden tener fuertes efectos en las personas que los detectan”. «Esta es una transferencia notable de información a través del olfato que altera específicamente la fisiología y podría desempeñar un papel en la transferencia de enfermedades entre individuos en muchas especies«.
Con respecto a las implicancias de mayor alcance que este estudio puede tener, el coautor principal Bruce Kimball indica: «Este conocimiento de que los animales sanos pueden emitir olores asociados con la enfermedad«, «puede informar sobre nuestros esfuerzos para usar olores corporales para comprender cómo se transmiten los patógenos dentro de una población de animales«.
Nota original aquí.