Oxitocina: algo más que una hormona del amor

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Si bien la oxitocina se asocia con las relaciones de pareja, juega un papel destacado en el parto, la lactancia, la recompensa y el establecimiento de relaciones sociales.

Se produce en el hipotálamo, el cual regula procesos metabólicos como la temperatura, hambre o sed, estados de ánimo, libido y liberación de hormonas. De ahí, es transportada y secretada por la glándula pituitaria.

Al abrazar o tener un orgasmo, se libera oxitocina; además, está vinculada con numerosos beneficios en personas que sufren depresión, ansiedad y problemas intestinales.

Se estima que las mujeres producen más de esta hormona que los hombres, en especial, durante el embarazo y el parto, porque incrementa la motilidad del útero, responsable de las contracciones.

De hecho, la oxitocina se ha utilizado como un fármaco inyectado durante la labor de parto para comenzar las contracciones y la dilatación, así como para reducir el sangrado tras el nacimiento de un bebé.

Asimismo, ayuda en la lactancia, ya que estimula a los pezones para la liberación de leche materna, y tiene fuerte influencia en el comportamiento social y en las emociones.

En 2012, científicos de la Barllan University, en colaboración con expertos de Yale University, descubrieron que, durante la primera etapa del enamoramiento, las personas tienen niveles muchos más altos de la hormona del amor. Además, resaltaron que persistían durante al menos seis meses. En cambio, las personas solteras sin ningún tipo de apego no muestran esa característica.

Por otro lado, se ha encontrado que la actividad sexual estimula la liberación de oxitocina y parece ser crucial en la erección y en el orgasmo. La razón aún no se comprende del todo, pero puede deberse a que ayuda a la motilidad uterina.

Por si fuera poco, esta hormona contribuye al movimiento de los espermatozoides. Incluso, hay quienes han propuesto que existe una correlación entre la concentración de oxitocina, la intensidad del orgasmo y la permanencia en una relación.

Investigadores de la universidad de Ruhr, en Alemania, y de la universidad de Chengdu, en China, trabajaron con 40 hombres heterosexuales. Les mostraron fotos de sus parejas y de otras mujeres. A la par, les administraron una dosis de oxitocina a través de un aerosol nasal y, más tarde, un placebo.

De ese modo, los científicos observaron la actividad cerebral de los participantes con una tomografía de resonancia magnética.

Sus hallazgos fueron que, tras recibir la hormona, el sistema de recompensa en el cerebro de los participantes se volvía muy activo al ver a sus parejas, es decir, las percibían mucho más atractivas que a otras mujeres.

Más tarde, realizaron la misma prueba con fotografías de conocidas y colegas de trabajo para determinar si la familiaridad activa ese sistema. No obstante, mostraron que más bien generaba un efecto de selección con las imágenes. Por ello, sugieren que la familiaridad no es suficiente para provocar el efecto de la hormona del amor.

Esto podría ofrecer explicaciones de por qué, tras una ruptura amorosa, las personas viven un luto. Una de ellas: la falta de secreción de oxitocina estimula poco el sistema de recompensa.

Otras emociones

Sí, la oxitocina es la hormona del amor, pero de la misma manera en la que afecta a las relaciones de pareja, impacta en el comportamiento emocional, cognitivo y social.

Investigadores de la University of Regensburg, por ejemplo, llegaron a la conclusión de que la oxitocina contribuye a la relajación, confianza y estabilidad psicológica en los comportamientos sociales. Asimismo, parece tener efectos benéficos en la reducción de estrés y de ansiedad.

Por lo anterior, esta hormona se ha reconocido como un componente importante en el sistema neuroquímico para que el cuerpo se adapte a situaciones emotivas fuertes.

Dicho reconocimiento no ha sido sencillo. Durante la última década, los científicos se han dedicado a investigar si eso es verdad.

En 2006, expertos de la universidad de California encontraron que los niveles de oxitocina y cortisol se relacionan con problemas en las relaciones sociales y amorosas de algunas mujeres durante la menopausia.

Por otro lado, se ha observado que en ratones, los niveles altos de estrés y de oxitocina disminuyen la ansiedad y la depresión. Dichos resultados pueden ser indicadores de que una reacción de defensa puede aumentar la dosis de la hormona del amor.

Efectos en el comportamiento

En 2011, un artículo publicado en la revista Psychopharmacology detalló el descubrimiento de que la oxitocina aplicada de forma intranasal mejora la autopercepción en situaciones sociales e incrementa la calidez, confianza, altruismo y apertura al interactuar con otras personas.

Por su parte, en 2013, un estudio publicado en la revista PNAS sugirió que la oxitocina podría ayudar a los hombres a mantener la fidelidad hacia sus parejas al activar el centro de recompensas en el cerebro.

En 2014, la revista Emotion presentó un artículo de expertos de la Concordia University, en el cual se sugería que las personas eran más receptivas a las expresiones faciales de otros después de recibir oxitocina vía nasal.

Oxitocina, hormona del amor y otros trastornos

La conocida como hormona del amor ha demostrado ser un posible tratamiento para la fobia social, autismo y depresión posparto.

Algunos científicos han propuesto que podría ayudar a mejorar el bienestar interpersonal e individual en personas con desórdenes neuropsiquiátricos, así como en aquellos con poca habilidad para confiar o para tratar a otros.

En 2013, un pequeño estudio del National Institute of Mental Health, publicado en la revista PNAS, mostró cómo los niveles de oxitocina afectaban de forma positiva en el cerebro de 17 niños con autismo ante imágenes sociales y no sociales.

Además, se ha observado que esta hormona juega un papel importante en el manejo de la ira, ya que ciertos polimorfismos del gen receptor de oxitocina están asociados con el incremento de enojo ante ciertas situaciones. En particular, parece afectar al comportamiento agresivo cuando hay alcohol de por medio.

Sistema de recompensa

Una investigación de la Stanford University School of Medicine de California reveló el mecanismo por medio del cual el cerebro activa el mecanismo de recompensa.

De acuerdo con los especialistas, los déficits en el comportamiento social afectan la calidad de vida. Por ello, decidieron realizar experimentos para entender las anormalidades desde la función cerebral.

Tras algunas observaciones, notaron que uno de los factores de esas afectaciones es la modulación del centro de recompensas del cerebro a cargo de la oxitocina.

En el cerebro, una región llamada área tegmental ventral (VTA, por sus siglas en inglés) se comunica con el núcleo accumbens para regular la respuesta de recompensa ante ciertas actividades como comer, beber o tener sexo.

Las células que forman VTA secretan dopamina, otro neurotransmisor que regula la sensación de placer. La dopamina liberada en el cerebro es responsable de hacernos sentir bien cuando llevamos a cabo acciones de supervivencia. A pesar de ello, cuando los niveles de dopamina son anormales, pueden comenzar las adicciones y el abuso de sustancias.

Ahora bien, los especialistas de la Stanford University utilizaron modelos de roedores adictos para entender ese mecanismo en detalle. En ellos, observaron que la respuesta de recompensa provenía no solo de la dopamina, sino también de la oxitocina, debido a que promueve comportamientos prosociales.

Otro resultado obtenido fue que la oxitocina liberada en el VTA estimula las neuronas de dopamina. Esto sugiere que, a pesar de la inhibición de esta hormona y de su impacto negativo en la sociabilidad, no se detuvo el gusto de los ratones por las drogas.

Eso significa que la oxitocina afecta de forma distinta a las neuronas de dopamina en el VTA.

Especialistas del Departamento de Psicología de la universidad de Nuevo México, en Albuquerque, demostraron que, cuando una persona siente que su pareja está perdiendo interés en la relación, los niveles de oxitocina aumentan como una forma para arreglar la relación.

Para comprobarlo, trabajaron con dos grupos de adultos. Uno compuesto por 75 parejas de Estados Unidos, y otro, por 148 parejas de Noruega.

A los participantes se les pidió que pensaran en su pareja y en cómo desearían que conectara con ellos en la relación. Los niveles de oxitocina fueron medidos antes y después de esa tarea.

El equipo descubrió que quienes se sentían más involucrados en la relación mostraban más secreción de oxitocina como parte del esfuerzo para mantener el vínculo.

A pesar de lo anterior, descubrieron que hay un límite para los esfuerzos de fijación, pues entre las parejas cuya relación se dirigía hacia la ruptura inminente, quien creía dedicar mayores esfuerzos no mostró un aumento significativo en los niveles de oxitocina.

Los autores, que publicaron sus resultados en la revista Hormones and Behaviour, creen que sus hallazgos respaldan cómo el cerebro identifica una relación vulnerable y determina si debes tratar de fortalecerla o no.

Así, ver a la oxitocina desde esa perspectiva ayudaría a comprender su papel en relaciones sociales interdependientes como nuevos romances o el vínculo madre-hijos.