Depresión materna, estrés infantil y su relación con el acortamiento de los telómeros
Se estima que 1 de cada 9 mujeres llegan a experimentar síntomas de depresión posparto, pues durante las etapas de embarazo y puerperio ocurren cambios numerosos a nivel bioquímico y psicológico que hacen más vulnerable a la mujer para la aparición de estas alteraciones. Este cuadro incluye cambios de humor, fatiga y la disminución del interés en las actividades, hechos que pueden dificultar la unión de las madres con sus recién nacidos.
Las calidad en las relaciones tempranas entre las madres y sus bebés pueden influir en la salud a lo largo de la vida, de manera positiva o negativa. Por ejemplo, los adultos que reportan una relación disfuncional y abuso por parte de la familia durante su infancia tienen más probabilidades de padecer enfermedades en la etapa adulta, por el contrario, aquellos con relaciones familiares saludables y que reciben apoyo durante los primeros años de vida son mejores para manejar el estrés y regular sus emociones.
La infancia es un período muy sensible de la vida, cuando las personas están fuertemente influenciadas por su entorno. Por lo tanto, una forma de estudiar cómo el estrés en etapas tempranas de la vida puede repercutir en la salud es a través de la observación de la respuesta de los bebés al estrés de sus padres. Los estudios sugieren que los bebés expuestos a la depresión materna tienen menos probabilidades de participar socialmente y experimentan más emociones negativas .
Sin embargo, los científicos no comprenden del todo cómo la calidad del entorno afecta nuestra salud, si bien existen estudios que muestran una relación entre el incremento de los síntomas de depresión materna y el daño celular en sus bebés.
Telómeros y estado de salud
Para tratar de dilucidar cómo el estrés afecta a nuestras células, existe un área de investigación floreciente que se centra en los telómeros.
Puesto que la longitud de los telómeros depende de nuestra genética y edad, a veces se los considera como un «reloj biológico» en que se ve reflejada la edad de nuestras células. A su vez, a medida que los telómeros se acortan con el tiempo, es más probable que las personas experimenten una serie de alteraciones o patologías , como son las enfermedades cardiovasculares, demencia, diabetes, enfermedades degenerativas como el cáncer, obesidad e incluso la muerte .
Se ha visto que los telómeros pueden degradarse más rápidamente cuando una persona sufre de estrés psicológico. Al experimentar estrés, el organismo libera cortisol, que repercute en nuestras respuestas emocionales, así como en nuestro metabolismo energético, capacidad de aprendizaje y memoria, por lo que ésto podría ser un mecanismo que explique y conecta el estrés psicológico con la longitud de los telómeros y el estado de salud física.
Las células expuestas al cortisol evidencian telómeros más cortos y menor concentración de telomerasa, la enzima responsable de mantener la integridad de los extremos teloméricos. Cuando esta estructura ha disminuido demasiado su longitud, la célula a menudo muere o se vuelve pro-inflamatoria. Este proceso lleva al envejecimiento, junto con los riesgos asociados para la salud.
Este proceso puede explicar cómo el estrés psicológico se convierte en «desgaste natural» biológico. De hecho, los adolescentes con madres deprimidas han aumentado las respuestas al estrés cortisol y los telómeros más cortos que sus pares, incluso cuando los adolescentes no están deprimidos.
El estudio
Consistió en estudiar si el aumento de la sintomatología depresiva materna afectaba el estrés infantil y evaluar la alteración telomérica consiguiente.
Para el estudio, reclutaron a 48 madres con bebés de 12 semanas de edad, realizando un seguimiento a estas familias hasta que los bebés tenían 18 meses de edad.
A la edad de 6 y 12 meses, los bebés fueron llevados al laboratorio para ser expuestos a tareas con un nivel de estrés leve.
Por ejemplo, en el «experimento de la cara inexpesiva», las madres alternaban entre jugar con su bebé y no reaccionar ante las ofertas de atención de su bebé.
Durante cada encuentro, midieron el nivel de estrés de los bebés al recolectar muestras de saliva para observar los cambios de la concentración del cortisol. Conjuntamente, recopilaron información sobre los síntomas de depresión que estaban experimentando las madres.
Finalmente, cuando los bebés tenían 18 meses de edad, llevaron a las familias al laboratorio y recolectaron muestras de saliva para medir la longitud de los telómeros del bebé.
El resultado mostró que el agravamiento de los síntomas de depresión en las madres se relacionó con mayores respuestas de estrés en los niveles del cortisol infantil entre los 6 y 12 meses de edad. Además, los bebés con mayores respuestas de estrés- estabalecidas por los niveles de cortisol- tenían más probabilidades de que sus telómeros fueran más cortos a los 18 meses de edad, que era un indicativo de mayor desgaste celular.
Fomentar la salud mental
Si bien estos hallazgos son preliminares y deben realizarse estudios con un grupo más numeroso de bebés, sus resultados ponen en evidencia cómo los patrones de salud a lo largo de la vida pueden verse determinados por las condiciones de estrés a las que se estuvo sometido en los primeros 18 meses de vida, por lo que este estrés puede predisponer a los niños pequeños a la aparición de problemas de salud en etapas tempranas de su vida.
Por lo tanto, estimular experiencias gratificantes entre los bebés y sus madres, así como brindar servicios de tratamiento eficaces y asequibles para las madres que sufren depresión, puede permitirles a los bebés avanzar hacia una vida más placentera y saludable, hechos que muestran la importancia del financiamiento de diagnósticos y tratamientos en pro de la salud mental materna y de políticas de estado que favorezcan a la primera infancia.
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