Millones de virus dentro de nuestro cuerpo podrían ayudarnos contra bacterias y enfermedades
Un gran número de investigaciones alrededor del mundo han dirigido sus experimentos hacia el estudio de los bacteriófagos y su relación con la salud de animales y seres humanos.
Estos parásitos intracelulares son conocidos como bacteriófagos, o comedores de bacterias, cuyo nombre deriva de su papel en la naturaleza al multiplicarse en el interior de las bacterias a través de procesos biosintéticos como la transducción, donde la genética es transferida de una a otra, invadiendo el interior de la bacteria hasta su completa destrucción.
Los fagos son el primer tipo de entes biológicos en cuanto a abundancia en todos los ecosistemas terrestres pues se ha calculado que existen cerca de 10 millones de especies diferentes y que en cada gramo de suelo podría haber 100 millones de fagos, en cada mililitro de agua hasta un millón de fagos y que el cuerpo humano podría alojar en el intestino hasta 31 mil millones de fagos diariamente.
Bacteriófagos para el control de enfermedades
A principios de 1900 ya eran propuestos por su descubridor Félix d’Herelle como posible método de combate a bacterias, ya que se encontró que los fagos podían actuar en forma de concentrados. La fagoterapia tuvo éxito durante algunas décadas pudiendo curar cólera, heridas, quemaduras, infecciones oculares, septicemias e incluso peste bubónica.
En esta línea y con dichos antecedentes e piensa existe una posible relación entre los bacteriófagos y la regulación del sistema inmunológico.
Una reciente investigación en donde colaboran San Diego State University, Harvard University y Monash University intentó poner al descubierto el mecanismo de interacción entre regiones supuestamente estériles del cuerpo, como la sangre y ciertos órganos, con bacteriófagos. Se sabe estos virus no pueden infectar células eucariotas. No obstante se encontró que pueden penetrar las capas de células epiteliales y diseminarse a través de las regiones estériles.
A través de la observación y experimentación con animales y humanos lograron llegar a la conclusión de que las células epiteliales absorben y transportan los fagos a través de la célula liberando bacteriófagos activos en la superficie celular opuesta por medio de transcistosis.
Dicha investigación mostró que los fagos podrían ayudar a combatir patógenos a través de las capas de la mucosidad intestinal pues dichos virus son cuatro veces más abundantes en este sitio ya que la capa proteínica de un fago puede unirse a mucinas. En este sitio los fagos encuentran mayor facilidad de detectar a las bacterias patógenas proporcionando una función extra de inmunología.
Los bacteriófagos tienen la capacidad de transportarse desde la mucosidad intestinal hasta diferentes partes del cuerpo a través de vesículas dentro de las células epiteliales interactuando directamente con células y órganos contribuyendo a la salud y a la acción del sistema inmunológico.
Estos resultados han sido publicados en el artículo Bacteriophage Transcytosis Provides a Mechanism To Cross Epithelial Cell Layers en el portal mBio de la American Society for Microbiology.
Experimentación científica
A pesar de tan buenos resultados la científica y experta en bióloga molecular Krystyna Dąbrowska del Institute of Immunology and Experimental Therapy perteneciente a la Polish Academy of Sciences en Wrocław quien indicó que existen factores importantes en la investigación liderada por San Diego StateUniversity que deben considerarse.
Destacó que el tejido utilizado en los experimentos difiere del tejido vivo y sobre todo que algunas células utilizadas en los ensayos de San Diego StateUniversity son cancerígenas lo que podría generar diferentes números en el comportamiento de los fagos en comparación con las células sanas.
Respecto a células cancerígenas y bacteriófagas, un estudio de 2004 dirigido por Krystyna Dąbrowska demostró que existe un tipo específico de bacteriófago que puede unir la membrana de las células cancerígenas generando una reducción en el crecimiento y diseminación del tumor en ratones. A partir de esto se encontró también que algunos fagos pueden afectar el sistema inmunológico del ratón al inyectarse disminuyendo así la proliferación de las células T y producción de anticuerpos en casos en los que sea necesario evitar que el sistema inmune ataque tejidos que han sido trasplantados.
Hablando de la investigación de San Diego State University se piensa que un flujo de bacteriófagos acentúa una respuesta inmune, idea apoyada por otra investigación belga que retrata el comportamiento de los glóbulos blancos sanos expuestos a cinco diferentes tipos de fagos. En esto se observó que el organismo produjo principalmente moléculas inmunológicas que reducen los síntomas de la gripe y la inflamación.
Otra investigación estadounidense descubrió que las personas con enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo 1 y enfermedad inflamatoria intestinal alteraron los bacteriófagos del intestino.
Estos estudios añaden información en el campo de la microbiología dedicada al estudio de los bacteriófagos y su posible aplicación como sustituto de antibióticos, pues estos últimos ha presentado una disminución en su eficacia debido a la resistencia y modificación genética de de las bacterias.
Un ecosistema de fagos en el organismo despierta especulaciones en cuanto al papel que podría desempeñar como sistema de alerta y combate a nivel inmunológico ante la presencia de posibles patógenos, tema que aseguran los científicos, aún se encuentra lejos de llegar a su total entendimiento.