Investigadores de Utah identifican cuatro genes asociados con el suicidio
El impacto del suicidio en el mundo no es un mal menor: según la OMS, casi 800,000 personas mueren por su causa cada año y lo que es más grave aún, en 2016, dentro del grupo etario de 15 a 29 años fue reconocido como la segunda causa principal de defunción.
En los Estados Unidos, casi 45,000 personas mueren como resultado del suicidio cada año, lo que convierte en la décima causa de muerte entre los individuos de todas las edades, si bien las estadísticas indican que los hombres blancos y de mediana edad tienen el mayor riesgo de suicidarse.
Según datos proporcionados por el INEGI, en México, en el 2015 se registraron 6,285 suicidios, que representa una tasa de 5,2 fallecidos por cada 100 mil habitantes. En cuanto a la distribución por sexo, las muertes por lesiones autoinfligidas son más frecuentes en hombres que en mujeres, por lo que la tasa de suicidio es de 8,5 por cada 100 mil hombres y de 2,0 por cada 100 mil mujeres.
Si bien el ambiente y las patologías psiquiátricas -como la depresión– tienen un efecto importante en la incidencia del suicidio, la evidencia sugiere que los factores genéticos tienen un rol clave en su ocurrencia, ya que algunos estudios han señalado que estos factores juegan un papel determinante. De hecho, estudios más antiguos han estimado la heredabilidad del suicidio en una tasa tan alta como el 50%.
Variantes genéticas y suicidio
Una nueva investigación publicada en la revista Molecular Psychiatry –en la que participó como autor principal del artículo el Dr. Douglas Gray- profesor de psiquiatría en la Universidad de Utah- quien explica las motivaciones que impulsaron el estudio: «Estudios anteriores de familias y mellizos nos informaron que existe un riesgo genético significativo asociado con el suicidio«. Además, el estos hallazgos pueden llevar a nuevas terapias más efectivas, ya que: «Los genes son como planos. El primer paso es encontrar los genes que aumentan el riesgo. La identificación de genes específicos puede conducir a nuevos tratamientos para aquellos que [los necesitan]«.
Para poder identificar estos genes, el Dr. Gray y sus colegas se enfocaron en estudiar a 43 familias, incluidos los parientes muy lejanos, que tenían un mayor riesgo de suicidio, pues al basar sus estudios en un «grupo genéticamente homogéneo», los investigadores redujeron la influencia de aquellos factores ambientales comúnmente reconocidos, como el estrés debido a un divorcio, el desempleo o la pérdida de un ser querido, o el fácil acceso a armas de fuego, como un medio para quitarse la vida. Como explica Hilary Coon – profesora de psiquiatría en la University of Utah: «Estamos utilizando familias muy extendidas de alto riesgo, como una lupa, para llevarnos a los genes correctos que aumentan el riesgo de este resultado”.
En total, el equipo de Gray examinó las variantes genéticas en más de 1,300 muestras de ADN de personas que murieron por suicidio en el estado de Utah, correlacionando estos hallazgos del ADN con la base de datos de la población de dicho estado, que contiene datos genealógicos y registros médicos de más de 8 millones de personas.
El análisis del ADN reveló variaciones específicas en cuatro genes, que pueden aumentar el riesgo de muerte ocasionada por el suicidio: SP110, AGBL2, SUCLA2 y APH1B .
Esta investigación empleó modernas técnicas de secuenciación genómica, para encontrar factores genéticos específicos que pueden aumentar el riesgo de suicidio, gracias a lo cual, los investigadores lograron identificar 207 genes adicionales que podrían incrementar este riesgo, pero que requieren de un análisis más detallado, ya que en estudios anteriores se han vinculado 18 de estos genes con riesgo de suicidio y 15 de ellos con procesos inflamatorios, reivindicando la hipótesis de que la inflamación y la salud mental se encuentran estrechamente relacionadas.
Aspectos destacados y limitaciones del estudio
A pesar de los hallazgos significativos con respecto a estos genes y su consiguiente asociación con los suicidios, los investigadores reconocen algunas limitaciones para su estudio, como el hecho de que la mayoría de los casos de suicidio reportados provinieron de personas provenientes del norte de Europa, lo que limita los resultados a ese grupo étnico-geográfico.
Además, los investigadores no tuvieron acceso al historial de salud mental de todas las personas, en las que los posibles diagnósticos de alteraciones psiquiátricas que los investigadores desconocían pudieron haber influido al evaluar los resultados obtenidos.
Pero dentro de los factores de riesgo para el suicidio, como claramente advierte Coon, no hay que perder de vista los factores ambientales asociados, que pueden modificar de manera ostensible el riesgo genético: «Claramente, la genética es solo una parte del riesgo cuando se trata del suicidio. Esperamos que estos descubrimientos nos lleven a personas altamente susceptibles para que podamos desarrollar mejores intervenciones que les ayuden a evitar este riesgo. Creemos que estos resultados son solo la punta del iceberg. Continuaremos buscando cambios genéticos adicionales que conduzcan al riesgo».