El kéfir, un alimento probiótico con múltiples beneficios
Una característica que distingue a los mamíferos de otras especies es que tomamos la leche materna como primer alimento.
Gracias a la lactancia, obtenemos todos los nutrientes necesarios para el crecimiento y un sano desarrollo en las primeras etapas de la vida. Además, crea anticuerpos que ayudan a la función del sistema inmune de los recién nacidos.
Si bien el periodo de consumo de leche varía en cada especie, los humanos hemos logrado tolerar la lactosa más allá de la niñez.
Esa tolerancia a la leche se debe a una enzima producida en el intestino delgado y se llama lactasa; su función es digerir la lactosa, el azúcar principal de la leche.
En la actualidad, la lactasa permanece en algunos humanos hasta la adultez. Eso sucede porque desde el Neolítico, en algunas poblaciones humanas de Europa, surgió una mutación que permitió conservar la actividad de la enzima.
Nuevos estilos de vida e intolerancia
La lactasa se desarrolla en la mayoría de las personas desde una edad temprana. Cuando la enzima se desactiva, entonces la lactosa no se absorbe y se presentan malestares al consumir productos lácteos.
Una de las hipótesis de esta desactivación sugiere que sucedió como un mecanismo para destetar a la crías de forma rápida y eficaz en partos numerosos.
De acuerdo con la BBC, en la era moderna han aumentado los casos de intolerancia a la lactosa; sea por una mutación favorable, por la mezcla de poblaciones o porque antes no se diagnosticaba.
Por esa razón, los lácteos se han convertido en alimentos controversiales; asimismo, se les ha atribuido ser el origen de otros problemas de salud, aunque, hasta ahora, no exista evidencia de ello.
A ello se suman los nuevos estilos de vida que abogan por ser saludables, consumir más comida orgánica y regresar a los alimentos naturales.
Esa preocupación por alimentarse más sanamente ha popularizado los súper alimentos y ha provocado la baja ingesta de productos lácteos.
Por otro lado, los productos de fermentación de la leche han captado las miradas para aquellas personas que tienen ciertos niveles de intolerancia hacia la lactosa.
Entre esos productos destacan el yogur y los quesos; pero también el kéfir.
Kéfir, un producto de la fermentación láctea
Los productos de fermentación láctea; es decir, en los que la lactosa ha sido transformada en otras moléculas (ácido láctico en especial), pueden ser ingeridos por personas con intolerancia poca severa a la lactosa.
El kéfir es uno de esos productos. A diferencia del yogur, este probiótico se produce por una fermentación láctico-alcohólica como resultado de la simbiosis de bacterias y levaduras.
Por supuesto, la generación de alcohol se encuentra en bajas concentraciones —0.5%—, y se debe a la acción de las levaduras.
En el kéfir, las proteínas de la leche son degradadas en multitud de péptidos que tienen una actividad biológica antihipertensiva, antioxidante y antimicrobiana.
Este alimento probiótico ayuda a crear un equilibrio adecuado en la microbiota intestinal, que, como se ha evidenciado en otras investigaciones, está relacionada con la salud general del organismo.
Un artículo publicado en la revista Critical Review in Food Science and Nutrition indicó que los atributos del kéfir se deben a la presencia de nutrientes como carbohidratos, proteínas, minerales, vitaminas y algunos componentes nutracéuticos.
Su consumo regular tiene beneficios en actividad microbiana y anticancerígena; mejora la salud intestinal, el control de la glucosa y colesterol, y la intolerancia a la lactosa.
El kéfir ha demostrado ser bueno para los atletas, y, de igual forma, para alimentar a bebés y niños en edad preescolar.
Por su parte, el Journal of the American Dietetic Association señaló igualmente que el kéfir mejora la digestión de la lactosa y su tolerancia en adultos.
Existen otras investigaciones que revisan la actividad microbiológica, nutricional y química de este producto; así como los efectos de los productos fermentados.
En dichos análisis, han observado más efectos positivos del kéfir en la microbiota y salud intestinal. Por ello, resulta un alimento probiótico que no solo contribuye al equilibrio de las bacterias en el intestino; sino que aporta nuevos sabores, texturas y beneficios.