El bullying crónico afecta la forma y el volumen cerebral de los adolescentes
El bullying (acoso) ha llegado a convertirse en una de las principales preocupaciones de los padres con respecto a sus hijos, pues las estadísticas mundiales indican que casi un tercio de los adolescentes ha sido víctima recientemente de acoso escolar, según datos publicados por el Instituto de Estadística de la UNESCO (IEU).
Estos datos muestran que el bullying afecta a jóvenes de todas partes, aunque en general, se ha visto que los niños están más expuestos, al evidenciar índices ligeramente superiores de acoso en comparación a las niñas, pero en aquellos países donde es es más frecuente, la situación se revierte.
Se ha visto que una situación de inferioridad socio económica es el principal indicador predictivo para saber si un joven que vive en un país desarrollado padecerá bullying en la escuela. Además, en estos países, los jóvenes inmigrantes son más propensos a sufrir acoso escolar que sus pares oriundos del país.
Sin embargo, este daño va más allá de un daño psicológico con miras a ser superado a medida que el niño/adolescente vaya creciendo, sino que puede persistir durante la vida adulta, con graves y variadas manifestaciones en la vida emocional y consecuencias a nivel cerebral.
Estudiando el daño del bullying
Si bien existen estudios que indican una relación entre bullying y enfermedades mentales, nuevos hallazgos -publicados en la revista Molecular Psychiatry– aportan nueva información con respecto a este preocupante tema.
La investigadora Erin Burke Quinlan y sus colegas del King’s College London analizaron cuestionarios, datos y escáneres cerebrales de 682 jóvenes participantes, provenientes de Inglaterra, Irlanda, Francia y Alemania, que formaron parte del proyecto a largo plazo llamado IMAGEN, que evaluó el desarrollo cerebral y la salud mental de estos adolescentes.
Dentro de los análisis a los que se sometieron, se les realizó escaneos cerebrales de alta resolución a las edades de 14 y 19 años. Además, cuando tenían 14, 16 y 19 años, debían completar cuestionarios sobre si habían sufrido de bullying y en qué medida. Los resultados indicaron que un total de 36 jóvenes habían reportado ser objeto de acoso crónico durante esos años.
Los datos obtenidos se compararon con los de los jóvenes que habían experimentado una intimidación de menor cronicidad y gravedad. Se analizaron aspectos físicos como los cambios en el volumen cerebral, así como manifestaciones psicológicas relacionadas con los niveles de depresión, ansiedad e hiperactividad a la edad de 19 años.
Efectos físicos del bullying en el cerebro
El estudio encontró que el constante acoso en la escuela secundaria- además de ocasionar traumas psicológicos- podía ser causante de un daño real y permanente en los cerebros en desarrollo, pues cuando los investigadores compararon los cerebros pertenecientes a los participantes que sufrieron de bullying más agresivo con aquellos que fueron víctimas de una intimidación menos intensa, observaron que estos órganos tenían marcados cambios estructurales.
En el transcurso del estudio, ciertas regiones de los cerebros de los jóvenes que sufrieron bullying parecían haber tenido una disminución de tamaño- las llamadas putamen y caudado, hallazgo que recuerda a los adultos que han experimentado estrés en la vida temprana, como en el maltrato infantil.
Esta conexión establecida por el equipo de investigadores se ve avalada por estudios previos de Resonancia magnética de imagen (RMI) funcionales, que encontraron diferencias en la conectividad y la activación del caudado y del putamen en aquellos individuos que experimentan cuadros de ansiedad.
Como explica la autora principal Erin Burke: «Aunque no se considera clásicamente relevante para la ansiedad, la importancia de los cambios estructurales en el putamen y el caudado para el desarrollo de la ansiedad probablemente se encuentra en su contribución a los comportamientos relacionados, como la sensibilidad de recompensa, la motivación, el condicionamiento, la atención y el procesamiento emocional”.
Importancia de este estudio
Si bien numerosos trabajos anteriores han establecido una relación entre el bullying de niños y adolescentes con enfermedades mentales, este es el primer estudio que pone en evidencia que la victimización constante puede deteriorar la salud mental de un joven al ocasionar cambios morfológicos y funcionales a nivel cerebral que se manifiesten, por ejemplo en niveles de depresión y ansiedad muy elevados a la edad de los 19 años.
Dado que el período de la adolescencia reviste un papel extremadamente importante y formativo en la vida de un individuo, este tipo de cambios implican una enorme carga negativa con repercusiones a largo plazo, ya que incluso, los autores sospechan que a medida que estas personas vayan envejeciendo, sus cerebros podrían experimentar una mayor reducción de volumen.
Dadas las graves consecuencias que el acoso puede causar en el desarrollo emocional y cerebral de los jóvenes, se recomienda redoblar los esfuerzos para limitar el bullying, al priorizar e incrementar las campañas efectivas de concientización “antibullying” en la población general e informar a los padres que tienen hijos pequeños, para evitar que las consecuencias de esta práctica llegue a afectar a las personas en su vida adulta.