Derrame cerebral: señales de alerta, diagnóstico y tratamiento
Luke Perry, actor recordado por su papel como Dylan en la serie noventera Beverly Hills, así como por sus recientes actuaciones en Riverdale y CW, murió el pasado 4 de marzo a causa de un derrame cerebral.
El actor tenía sólo 52 años de edad. Perry parecía una persona saludable, por eso, su fallecimiento fue sorpresivo para muchos; sin embargo, señala la Sociedad Española de Neurología, los derrames cerebrales o ictus le ocurren a, al menos, una de cada seis personas durante su vida.
Estos accidentes cerebrovasculares, como se les conoce médicamente, suceden cuando el flujo de sangre hacia el cerebro se altera; es decir, las arterias se estrechan o se bloquean.
Según el National Institute of Neurological Disorders and Stroke de Estados Unidos, los ataques o derrames cerebrales ocupan el tercer lugar entre las principales causas de fallecimiento; en algunos casos, cuando un paciente no llega a morir, puede sufrir discapacidad.
Los especialistas indican que, durante un ataque, el cerebro no recibe suficiente oxígeno o nutrientes; por lo tanto, las células cerebrales mueren. Para minimizar el daño, es necesario diagnosticarlo y tratarlo tan rápido como sea posible.
El tratamiento dependerá del tipo de ataque que el individuo sufra:
Ataque isquémico:
Es el tipo más común de derrame. En él, un coágulo es el responsable de que la sangre y el oxígeno no lleguen al cerebro; por lo que es necesario restaurar el flujo sanguíneo adecuado.
Se estima que el 80% de los accidentes cerebrovasculares son de este tipo.
Lo primero que hay que hacer es administrar medicamentos que rompan los coágulos y eviten la formación de otros.
Los procedimientos de emergencia incluyen administrar un activador de plasminógeno tisular (TPA) directamente en la arteria; o usar un catéter para eliminar físicamente el coágulo.
Otros procedimientos son la endarterectomía carotídea; la cual debe realizarse por un cirujano, pues se abre la arteria carótida y se extrae cualquier placa bloqueada.
De forma alternativa, se puede hacer una angioplastia. En ella, el cirujano infla un globo en una arteria a través de un catéter, e inserta un tubo de malla para evitar que la arteria vuelva a estrecharse.
Ataque hemorrágico:
Ocurre cuando una vena débil se rompe, usualmente como consecuencia de un aneurisma o una malformación arteriovenosa; son menos frecuentes, aunque más mortales.
En estos casos, como la sangre se filtra al cerebro, se debe controlar el sangrado y reducir la presión.
El tratamiento puede comenzar con medicamentos que reduzcan la presión en el cerebro, controlen la presión arterial general y prevengan las convulsiones y constricciones repentinas de los vasos sanguíneos.
Una cirugía puede reparar los problemas con los vasos sanguíneos o extirpar las malformaciones arteriovenosas si no son demasiado grandes o profundas.
Ataques isquémicos transitorios
Son conocidos también como mini accidentes cerebrovasculares. Se producen cuando el flujo de sangre no llega a alguna parte del cerebro.
En estos casos, el flujo sanguíneo se reanuda después de un corto periodo y los síntomas cesan.
Un médico puede diagnosticar este tipo de ataque y prescribir fármacos para disminuir el riesgo de coágulos; de igual manera, llegan a recomendar una cirugía o angioplastia.
Ahora bien, quienes logran sobrevivir a un ataque cerebrovascular dependen de terapias y apoyos para que la recuperación se exitosa.
Entre las terapias se encuentran la del habla; fisioterapia; terapia ocupacional; y grupos de apoyo.
La rehabilitación es fundamental para recuperar la calidad de vida.
¿Cuáles son los síntomas?
Los derrames cerebrales son repentinos, pero los síntomas son muy claros. Para saber si alguien alrededor o uno mismo está sufriendo un ataque debemos estar alerta de:
- Súbito adormecimiento o debilidad en la cara, brazo o cuerpo.
- Confusión o dificultad para hablar o entender.
- Dificultad para ver con uno o ambos ojos.
- Entorpecimiento para caminar; mareo; pérdida de equilibrio o coordinación.
- Dolor de cabeza severo sin causa conocida.
En cuanto suceda alguno de estos síntomas, es necesario llamar a los servicios de emergencia; de lo contrario, las complicaciones pueden ser fatales.
El plazo máximo para que un paciente con un accidente cerebrovascular sea tratado con altas probabilidades de salvarse es de tres horas. No obstante, entre más rápido se atienda, será mejor.
Las pruebas para determinar que efectivamente se trata de un ataque o derrame cerebral son:
- exámenes físicos, para evaluar síntomas e historia clínica;
- pruebas de sangre, para determinar la rapidez con que se producen los coágulos y otras sustancias particulares;
- tomografía computarizada, para detectar hemorragias, tumores u otras afectaciones en el cerebro;
- ecografía de carótida, que verifica el flujo sanguíneo en las arterias carótidas y observa la presencia de placas;
- angiograma cerebral, para tener una vista detallada del cerebro y los vasos sanguíneos del cuello;
- ecocardiograma, con la finalidad de obtener una imagen detallada del corazón y verificar las fuentes de coágulos.
Pese a que estos ictus son más frecuentes en personas mayores de 55 años, pueden suceder a cualquier edad.
Se dan, sobre todo, en quienes tienen presión arterial alta, problemas cardiacos, diabetes, colesterol alto, o son fumadores.
La mejor manera de evitar un derrame cerebral es la prevención: mantener la presión arterial bajo control; seguir el tratamiento para la diabetes, y tratar la apnea obstructiva.
Asimismo, lo cambios en el estilo de vida como: una alimentación saludable; mantener un peso adecuado; realizar actividad física con regularidad; evitar el tabaco; y evitar el alcohol o beber moderadamente, ayudarán a prevenir los ataques.