Beneficios del ejercicio ¿en un fármaco?

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Investigadores de la universidad de California estudiaron el impacto del ejercicio físico en roedores. Entre sus principales hallazgos encontraron que la actividad física estimula la producción de una proteína hepática que mejora las habilidades cognitivas, lo que podría conducir a la producción de un fármaco que brinde los beneficios químicos del ejercicio.

Está ampliamente demostrado que realizar ejercicio físico de forma regular y sistemática es beneficioso para la salud. Previene diversas enfermedades, entre ellas, la osteoporosis, la hipertensión o las crisis diabéticas.

Además, contribuye al bienestar emocional, ya que mejora la memoria, la rapidez de ideas y promueve sensaciones como el optimismo o la euforia. Pero ¿en qué consiste la reacción química que genera estos beneficios para la salud?

Un experimento con roedores, llevado a cabo por la universidad de California en San Francisco (UCSF), demostró que el ejercicio físico estimula la producción de una proteína hepática llamada Glicosilfosfatidilinositol fosfolipasa específica D1, que mejora las habilidades cognitivas.

Por ello, una transfusión sanguínea de un ratón físicamente activo a uno sedentario rejuvenece el cerebro y los músculos del segundo. Este sorprendente hallazgo podría ayudar a los científicos a desarrollar un fármaco que le transfiera los beneficios del ejercicio físico a las personas de la tercera edad o a aquellos que no puedan ejercitarse debido a alguna discapacidad. Esto, entre otras cosas, podría retrasar la aparición de la demencia.

«¿Es posible hacerle creer al cerebro que has hecho ejercicio, inyectando algo en la sangre?», plantea el investigador sobre el envejecimiento, Saúl Villeda, quien lideró la investigación.

¿En qué consistió el experimento?

Durante seis semanas, los investigadores extrajeron muestras de sangre de un grupo de ratones viejos y de mediana edad que tenían una rueda en su jaula. Luego, transfirieron la sangre a un grupo de ratones viejos que no tenían la rueda.

Los ratones sedentarios recibieron ocho transfusiones sanguíneas durante tres semanas. Posteriormente, fueron sometidos a pruebas cognitivas, como salir de un laberinto. Sus habilidades eran iguales a las de los ratones que se ejercitaban con la rueda. Además, estos ratones duplicaron el número de neuronas que tenían en el hipocampo, una parte del cerebro que regula el aprendizaje y la memoria. Este cambio también se detectó en los que se ejercitaban.

A un segundo grupo de ratones sedentarios se les transfirió sangre de otros viejos y sedentarios. Sus habilidades cognitivas no cambiaron, a diferencia del primer grupo.

El siguiente paso fue analizar los niveles de proteína en la sangre de los ratones que se ejercitaban. Encontraron que el ejercicio físico estimulaba la producción de una enzima hepática en particular: Glicosilfosfatidilinositol fosfolipasa específica D1 (Gpld 1).

Cuando le inyectaron el gen Gpld 1 a los ratones sedentarios, sus organismos comenzaron a producir la enzima. Después de tres semanas, sus habilidades cognitivas habían mejorado notablemente y eran comparables a las de los ratones activos.

Posibles beneficios para el ser humano

Los investigadores hallaron que un grupo de personas de la tercera edad que se ejercitaban regularmente también tenían niveles de Gpld 1 más elevados que las personas que no realizaban ejercicio físico. Esto sugiere que los resultados del experimento con roedores podrían extrapolarse al ser humano.

Sin embargo, los ratones que se ejercitaban no tenían niveles de Gpld 1 particularmente elevados en el cerebro. Por ello, los investigadores creen que el rejuvenecimiento cerebral es el resultado de la generación de una gama de proteínas que provienen de muchos tipos de membrana celular.

Estas moléculas liberadas ingresan al torrente sanguíneo y reducen la inflamación y la coagulación, procesos asociados a la demencia y al deterioro cognitivo en las personas de la tercera edad.

Villeda y su equipo esperan que este experimento se convierta en el punto de partida para nuevas investigaciones. El objetivo sería producir un fármaco que pueda simular los efectos químicos del ejercicio físico. Este se administraría a personas de la tercera edad que ya no pueden ejercitarse.

«Siempre queremos que las personas se ejerciten más, pero no todo el mundo podrá hacerlo. Sería fantástico poder darles esos beneficios en una píldora», dijo la bióloga molecular Coleen Murphy, de la universidad de Princeton, quien estudia el proceso de envejecimiento en los gusanos.

Willard Freeman, un experto en el proceso de envejecimiento de la universidad de Oklahoma, agregó que un tratamiento basado en transfusiones sanguíneas de personas que se ejercitan con frecuencia también podría ayudar a personas más jóvenes que se encuentran en proceso de rehabilitación y no pueden ejercitarse. Sin embargo, advirtió que el experimento realizado por Villeda y su equipo es solo un comienzo.