Tener hábitos saludables previene los accidentes cerebrovasculares
Según la OMS, el accidente cerebrovascular (ACV) o también llamado enfermedad vascular cerebral (EVC) corresponde a un rápido desarrollo de signos clínicos relacionados con la función cerebral o sistémica, con sintomatología persistente por un período de 24 horas o más, o que tienen un desenlace fatal con la única origen evidente que el de una causa vascular, puesto que ocurren cuando una obstrucción restringe el suministro de sangre al cerebro, impidiendo que éste reciba suficiente oxígeno.
De acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), cada 40 segundos una persona en los Estados Unidos sufre un derrame cerebral y más de 795,000 personas experimentan este evento cardiovascular cada año.
El ACV es la tercera causa de muerte en los países industrializados (luego de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer). Es además la segunda causa de muerte en los mayores de 85 años y es la primera causa de invalidez a nivel mundial.
En México los ACV fueron la cuarta causa de muerte en el 2017, registrándose poco más de 100,000 casos, según información aportada por la Facultad de Medicina de la UNAM.
Fisiopatología
La arteriotrombosis es un fenómeno patológico progresivo que va cursando de manera silenciosa, a través de la formación de depósitos lipídicos en la pared de los vasos sanguíneos, hasta llegar a desarrollar una placa arteriosclerótica compuesta mayoritariamente por lípidos, una células del músculo liso, recubiertas por una capa fibrosa y fibras de colágeno.
Esta progresiva consolidación de la placa arterioesclerótica puede mostrar sintomatología en distintos territorios, como en el coronario, produciendo una angina de pecho, o en el territorio cerebral un accidente isquémico transitorio.
Cuando la placa fibrosa- que recubre a la placa arterioesclerótica- sufre una ruptura, se está ante la posibilidad de una fisura y salida de la placa lipídica, lo que puede ocasionar trombosis local y émbolos de origen graso o sanguíneo. Este hecho clave es el que produce la lesión isquémica del territorio afectado, que puede ocasionar desde un infarto de miocardio; una arteriopatía periférica con isquemia de miembros inferiores; un ACV completo establecido, o tener un desenlace fatal de origen cardiovascular.
Para entender la patogénesis del ACV hay que tener en cuenta tres condiciones fundamentales: la presión parcial de oxígeno, el flujo sanguíneo cerebral y los niveles de glucemia, pues inciden directamente en el grado de isquemia y consiguiente daño celular.
Clasificación
El término de ACV abarca al grupo de trastornos circulatorios de naturaleza isquémica o hemorrágica; que además puede ser transitoria o permanente, llegando a afectar un área del encéfalo, producto de un mecanismo patológico primario cuyo origen se da en al menos un vaso sanguíneo cerebral.
El ACV puede presentarse de dos formas:
• ACV hemorrágico: El ACV hemorrágico corresponde a un sangrado cerebral, debido por la ruptura de un vaso sanguíneo, cuyas causas pueden ser una crisis hipertensiva, coagulopatías o por malformaciones de vasos sanguíneos, como un aneurisma.
Estos ACV hemorrágicos representan el 15% de los casos totales de ACV. Las hemorragias por causas hipertensivas pueden tener una mortalidad del 25% en el transcurso de las 48 horas.
• ACV isquémico: Este tipo de ACV representa el 85% de los casos, siendo sus etiologías principales la arteriosclerosis, embolismo cardíaco, enfermedad de Arterias Penetrantes, otros de etiología desconocida e inusuales, como son los estados protrombóticos.
Factores de riesgo: el estudio que los prioriza
Si bien se sabe que una persona puede estar predispuesta a estos cuadros cardiovasculares debido a su composición genética, un gran número de factores relacionados con el estilo de vida, como el tabaquismo, la cantidad de actividad física y la dieta, también afectan el riesgo de ACV, pero ¿cuáles de estos factores son más críticos y en qué medida podemos prevenir un ACV?
Un nuevo estudio realizado por científicos de numerosas y prestigiosas instituciones europeas, incluida la University of Cambridge en el Reino Unido; el Karolinska Institutet en Estocolmo, Suecia y el German Center for Neurodegenerative Diseases en Bonn, Alemania han podido encontrar respuestas a esta incógnita clave, cuyos hallazgos fueron reportados en The BMJ.
Según los autores, los resultados obtenidos en este estudio:»resaltan el potencial de las medidas de estilo de vida para reducir el riesgo de accidente cerebrovascular en poblaciones enteras, incluso en aquellas con alto riesgo genético de accidente cerebrovascular«.
Metodología de trabajo
Los investigadores analizaron la información genética obtenida del Biobanco del Reino Unido, perteneciente a 306,473 individuos.
Todos los sujetos estudiados tenían entre 40 y 73 años de edad; carecían de antecedentes de ataque cardíaco o accidente cerebrovascular.
Los investigadores buscaron 90 variantes genéticas de las que se conoce su asociación con el riesgo de ACV.
En paralelo, determinaron si cada participante estaba llevando un estilo de vida saludable, observando cuatro factores:
- Si eran o no fumadores.
- Si seguían o no una dieta rica en consumo de pescados, frutas y verduras.
- Si su índice de masa corporal (IMC) era inferior a 30.
- Si realizaban ejercicio físico de manera regular.
Durante un período de seguimiento promedio de 7 años, los investigadores reunieron datos del hospital sobre las muertes registradas, para descubrir casos de apoplejía.
Hallazgos
En general, sus hallazgos señalan que en cuanto a riesgo genético y estilo de vida, el sexo es un gran determinante, ya que los hombres tienen mayor predisposición a sufrir de un ACV, comparativamente con las mujeres.
Además, el riesgo de ACV fue un 35% mayor en aquellas personas con una alta predisposición genética, independientemente de sus opciones de estilo de vida.
Las personas que habían practicado hábitos poco saludables tenían un riesgo 66% mayor de ACV que aquellas con estilos saludables. El incremento fue el mismo en todas las categorías de riesgo genético.
Según observaron los autores, los factores de estilo de vida más relevantes que influyeron en el riesgo de ACV parecieron ser el tabaquismo y si tenían o no sobrepeso.
El grupo de los individuos que tenían un alto riesgo genético de padecer un accidente cerebrovascular y además llevaban una vida poco saludable, duplicaban su riesgo de padecer ACV, en comparación con aquellos participantes de bajo riesgo genético y cuyos hábitos eran saludables.
Como recalcan los autores en relación a los hábitos de vida saludabes: «La reducción del riesgo asociada con la adherencia a un estilo de vida saludable en el presente estudio fue similar en todos los estratos de riesgo genético, lo que enfatiza el beneficio para poblaciones enteras de adherirse a un estilo de vida saludable, independientemente del riesgo genético«.