Los 9 exámenes básicos de sangre anuales
El verdadero propósito de los análisis de la sangre es la obtención de un panorama general del estado fisiológico de la persona, con el fin de ayudar en la detección de alguna patología. Para esto, se recomienda realizar hemograma, panel tiroideo completo, perfil bioquímico y lipídico, ácido úrico, vitamina D, ferritina, vitamina B12 y magnesio. Para los hombres, conviene agregar el antígeno prostático específico después de los 50 años.
Exámenes de sangre básicos
En condiciones normales, las personas deben realizarse análisis de rutina en sangre para ayudar a detectar de manera precoz la ocurrencia de alguna patología o de una carencia nutricional antes de que se produzca la enfermedad.
Además, en el caso de personas que ya tienen alguna patología, ingieren medicamentos o suplementos nutricionales, llevan alguna dieta en particular, quieren realizar actividad física después de un largo período de sedentarismo o son mujeres que desean quedar embarazadas es importante saber en qué condiciones se encuentra su organismo en general.
Algunas determinaciones sanguíneas podrían cobran más relevancia en determinadas situaciones, como, por ejemplo, los niveles de vitamina D en las latitudes más frías y de baja insolación.
Si bien estas recomendaciones de exámenes pueden variar según la edad, sexo, estado fisiológico como el embarazo o si la persona está afectada por alguna enfermedad, estos son los 9 exámenes de sangre básicos que se deberían realizar anualmente en un chequeo de rutina:
1- Biometría hemática, hemograma o recuento sanguíneo completo
El hemograma completo entrega información cuantitativa y cualitativa sobre los elementos presentes en la sangre, como los glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. Además, indica los valores de hemoglobina presente, una medida clave para evaluar, junto con los valores llamados constantes hematológicas, la presencia de anemia.
La biometría hemática es una de las pruebas indicadas con mayor frecuencia, pues brinda información de una amplia gama de patologías, desde infecciones virales, bacterianas o parasitarias hasta inflamaciones, problemas de alergias y alteraciones nutricionales.
Incluso, puede aportar información de patologías graves, como insuficiencia medular o renal, o neoplasias de diverso tipo o ubicación, como las leucemias.
2- Panel tiroideo completo
La mayoría de los médicos suelen indicar la medición de 1 o 2 marcadores tiroideos que, por lo general, son TSH y T4 total, pero estos solo dan una idea parcializada de cómo está funcionando la tiroides.
Existen exámenes de sangre ampliados que entregan un panorama global de la tiroides, como T4 libre, T3 total y T3 libre. A esto se suman los anticuerpos antitiroperoxidasas (anti TPO) y antitiroglobulina (ATG), que son claves para identificar alguna alteración autoinmune que los puede llevar a desarrollar enfermedades que desemboquen en hipotiroidismo. Un ejemplo clásico es la tiroiditis de Hashimoto, de elevada prevalencia entre la población general.
Sin embargo, hay que señalar que, aproximadamente, un 15 % de la población general sana y de las mujeres gestantes, sin evidencia de enfermedad tiroidea, puede tener anticuerpos anti-TPO positivos, sin que eso tenga significado clínico inmediato.
3- Panel metabólico integral o perfil bioquímico completo
Como sugiere el título, un panel metabólico completo es un conjunto de exámanes de sangre, que incluye varios tipos de mediciones distintas. Si bien estos biomarcadores pueden variar entre países, ciudades, laboratorios y facultativos solicitantes, en general, incluyen glucosa, calcio, proteínas totales, albúmina, electrolitos, enzimas, bilirrubina, BUN o nitrógeno ureico (urea) y creatinina.
Este panel permite saber el estado de los riñones, hígado, huesos, entre otras cosas. También informará sobre alteraciones en los niveles de glucosa (que puede estar alterada) y de proteínas en sangre, que se relacionan en caso de diabetes. Estos parámetros se ven afectados por variables como estado nutricional y por la presencia de variadas enfermedades.
4- Perfil o panel lipídico
El perfil lipídico mide los niveles de colesterol y triglicéridos circulantes en sangre e incluyen los niveles de colesterol total, así como del HDL o lipoproteína de alta densidad, comúnmente llamado colesterol bueno.
Esto evita que el colesterol se acumule en las arterias y forme ateromas, que puede llegar a obstruir vasos sanguíneos e incrementar el riesgo de padecer enfermedades cardíacas. Además, están los valores de VLDL (lipoproteína de muy baja densidad) y de triglicéridos, que son las moléculas de lípidos (grasas) que provienen de los alimentos.
El médico utiliza esta información para evaluar el riesgo de una dislipidemia (alteraciones de los valores de lípidos en sangre), junto con otros signos y síntomas, como valorar el riesgo cardiovascular del paciente para instituir un régimen adecuado de prevención y de tratamiento.
5- Ácido úrico
El ácido úrico es un análisis de gran importancia, puesto que sus niveles elevados se asocian con gota y con cálculos renales, además de aumentar el riesgo de enfermedad cardíaca, diabetes y cáncer.
Pero este producto de degradación de las purinas (moléculas que forman parte del ADN), también tiene la función de ser un antioxidante natural que forma parte de hasta el 60 % de la capacidad antioxidante de la sangre. Además, los estudios muestran que puede proteger el cerebro de enfermedades como el alzhéimer y el párkinson.
6- Vitamina D (25-hidroxi vitamina D)
La deficiencia de vitamina D es una de las carencias nutricionales más comunes en el mundo y es, especialmente, más frecuente en aquellos países con escasa radiación solar o con largos inviernos. Otros afectados son aquellas personas que tienen trabajos o realizan actividades que implican una reducida exposición solar. Además, la vitamina D puede agotarse en casos de alimentación deficitaria o problemas de salud crónicos.
Su presencia y sus niveles adecuados son claves en el metabolismo del calcio, balance del fósforo, salud cardíaca y muscular, inmunidad, entre otros. Últimamente, se ha asociado con un factor protector contra el virus causante de la COVID-19.
Su balance es especialmente delicado en el sexo femenino, que se ve mayormente asociado a una elevada prevalencia de osteoporosis y de fracturas patológicas relacionadas con esta enfermedad.
Síntomas como fatiga, dolor lumbar, mialgias, problemas digestivos, obesidad o sobrepeso, cambios de humor e inmunidad debilitada pueden ser indicativos de niveles bajos de esta vitamina.
Puede obtenerse vitamina D a partir de la exposición al sol, pues la radiación ultravioleta transforma moléculas precursoras presentes en la piel. Además, se pueden ingerir suplementos, pero con control médico, ya que el exceso de vitamina D tiene un efecto tóxico.
7- Hierro / Ferritina
La carencia de hierro constituye una de las deficiencias nutricionales comunes y es la principal causa de anemia. Según la OMS y los CDC, la hipoferremia afecta a entre un 60 y un 80 % de la población mundial. Por otro lado, existen enfermedades crónicas que cursan con alteraciones del metabolismo del hierro y generan sobrecarga de este elemento, como la hemocromatosis.
Por eso, es recomendable medir los niveles de hierro o ferritina, que es la proteína encargada de almacenarlo en las células. Por eso, en conjunto con el hemograma, es un examen de sangre que orienta sobre una posible anemia por déficit de hierro.
8- Vitamina B12 y magnesio
La vitamina B12 o cobalamina y el magnesio son fundamentales para una función corporal óptima, pero, por lo general, no se controlan en una visita de atención primaria rutinaria. Una función normal del sistema digestivo necesaria para absorber esta vitamina está comúnmente deteriorada en sujetos mayores de 60 años de edad.
La hipovitaminosis de B12 es común en la inflamación crónica del estómago, que puede contribuir a la aparición de anemias.
Tanto la vitamina B12 como el folato (ácido fólico o vitamina B9) son importantes para el metabolismo de la homocisteína que, en niveles elevados, se asocia con riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares (ECV).
9- Antígeno prostático específico (PSA) total
En el caso del sexo masculino, el Antígeno Prostático Específico (PSA) es una enzima producida por las células de la próstata. Las elevaciones en su concentración pueden indicar alguna alteración en este órgano, tanto benigna como maligna, como el cáncer de próstata.
Como norma general, se recomienda realizar este análisis en hombres de más de 50 años. En el caso de la población de riesgo, como afroamericanos, y aquellos hombres que tengan a su padre o hermano con diagnóstico de cáncer de próstata, los controles deben ser a partir de los 45 años.
Después de los análisis ¿qué se debe hacer?
Después de tener los resultados de laboratorio, se debe ir al médico para que los evalúe en relación con las condiciones individuales de cada paciente, ya que su utilidad no solo radica en su apoyo diagnóstico, sino también en el seguimiento de patologías y de terapias.
Estos resultados son evaluados en conjunto con los hallazgos exploratorios y con la entrevista realizada, además de otros exámenes, ya sea de orina o de imágenes. A esto hay que sumarle el contexto en el que se haya realizado la consulta, ya que no es lo mismo si es por mero chequeo o ante la sospecha de alguna patología particular. Este dato puede hacer una notable diferencia en la salud y en la longevidad de los pacientes que se chequean con cierta periodicidad.
En caso de no detectarse relación entre resultados alterados de exámenes y la clínica del paciente, se puede repetir el análisis para verificar el valor obtenido.
En base a alguna alteración o anomalía que se pudiera detectar, el médico deberá profundizar sobre las sospechas diagnósticas como parte de un plan integral de prevención y de cuidado.