Estudio sugiere que el abuso infantil deja cicatrices en el ADN
El abuso infantil es una experiencia que deja huellas físicas y marcas psicológicas profundas a lo largo de la vida; pero, no sólo eso: un estudio de la Universidad de Harvard sugiere que también quedan cicatrices en el ADN.
De acuerdo con los científicos, existen experimentos en animales que indican que el ambiente en donde se desarrollan puede afectar la metilación del ADN de los espermas; así como la expresión genética. En ellos, las afectaciones incluyen el estatus nutricional; la disrupción de hormonas endocrinas; y cambios en el comportamiento en su descendencia.
En el caso del abuso infantil, éste ha sido asociado con marcas epigenéticas en la sangre, saliva y tejido cerebral; estas distinciones se han considerado como mecanismos que incrementan el riesgo de desórdenes cardiometabólicos y neuropsiquiátrico en personas que sufrieron maltrato.
Además, se ha identificado un rango extenso de diferencias en la metilación. Sin embargo, la metilación del ADN en niños que han sufrido abuso infantil no había sido estudiada.
Cicatrices moleculares
La metilación es el proceso mediante el cual se agrega una estructura denominada grupo metilo a una cadena de ADN; a las marcas que se generan por este proceso las llaman “cicatrices moleculares”.
En la investigación de la Universidad de Harvard se concluye que el abuso infantil podría tener implicaciones en el desarrollo de descendencia de las personas que han sido abusadas; debido, precisamente, a la metilación.
El estudio se basó en 46 muestras de espermas de 34 hombres; 22 de ellos con registro de abuso infantil.
Los investigadores analizaron el componente principal y examinaron su correlación con la exposición al abuso. A partir de ello determinaron que el abuso infantil está asociado con un componente que captura el 6.2% de la variación total de la metilación del ADN.
Posteriormente, estudiaron las muestras y examinaron las diferencias entre los datos genéticos de las personas que no sufrieron abuso y de quienes sí fueron víctimas de maltrato infantil.
En las regiones con diferencias, identificaron genes relacionados con la función neuronal, regulación de células grasas y funciones inmunes. Además, examinaron los comportamientos de los adultos; su salud mental; y exposición a traumas como posibles mediadores entre el abuso y el ADN.
La investigadora Nicole Gladish describe a la metilación del ADN como un interruptor que controla la intensidad de una bombilla —en este caso los genes. Eso influye en el funcionamiento de las células.
Según los científicos, el ADN cambia con el tiempo; la metilación también. Gracias a este conocimiento y a métodos de aprendizaje automático, los investigadores fueron capaces de aproximarse a la edad en la que los adultos sufrieron maltrato. Esto podría ser de gran utilidad ante los tribunales; ya que los cambios en el ADN podrían ser una evidencia de abuso.
Los científicos aclararon que deben considerarse las limitaciones de este estudio; la más importante: fue una muestra pequeña. Por ende, se puede utilizar como un paso primario para mayores investigaciones.
La investigación exploratoria fue publicada en la revista Translational Psychiatry.