Niños africanos no tienen malaria pero aun están enfermos
El paludismo, mejor conocido como malaria, es una enfermedad causada por parásitos llamados Plasmodium; se transmite al ser humano a través de picaduras de mosquitos hembras infectados. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2016, hubo aproximadamente 216 millones de casos de paludismo en 91 países; además, se registraron 445 mil muertes por este padecimiento, la mayoría en África.
Aunque se pueden presentar vómitos y dolores de cabeza, el síntoma más alarmante es la fiebre. Sin el tratamiento oportuno, pone en riesgo la vida de quien la padece; lo anterior sucede porque altera la corriente sanguínea a órganos vitales.
En la década pasada, las pruebas de malaria permitieron la detección oportuna de las proteínas de los parásitos; así como la prescripción de medicamentos innecesarios para tratar la enfermedad.
Estas pruebas consisten en una toma de sangre que en quince minutos da el resultado. En países con más riesgo de este padecimiento, cuando existe fiebre, de inmediato se hacen exámenes para determinar si se trata de malaria o no. En caso de haberse contagiado, se le darán los medicamentos necesarios para que el parásito desaparezca de la sangre en cuestión de días. Sin embargo, se han dado casos donde, a pesar de obtener negativo en la prueba, la fiebre alta (de hasta 38°C) continúa.
En esos casos, que en su mayoría se dan en niños, por supuesto se piensa en la posibilidad de que padezcan tifoidea, meningitis o neumonía; algunos se preguntan si quizá existe más de una infección.
En 2014, la OMS estimaba alrededor de 142 millones de casos sospechosos de malaria donde las pruebas habían salido negativas. Esto representa un problema grave sobre todo en las comunidades donde los escasos recursos y los voluntario con poca experiencia no permiten una evaluación más certera.
“Regrese si el niño sigue enfermo”
A principios de los dos miles, científicos desarrollaron una prueba rápida para diagnosticar la malaria. Con sólo una toma de sangre del dedo bastaba. El examen parecía ser también una solución para las comunidades remotas de África y Asia. Durante 2014, se realizaron 314 millones de exámenes; sin embargo, más tarde se detectaron algunos puntos débiles.
Si bien la cantidad de prescripciones innecesarias contra la malaria descendió; el consumo de antibióticos aumentó. Ese incremento se vio reflejado sobre todo en pacientes niños que mantenían fiebre alta, pero habían tenido una respuesta negativa en el test de malaria. La razón era que se les daban antibióticos aunque no les ayudaban a recuperarse.
Para hacer frente a esta situación, equipos de investigadores decidieron crear pruebas que pudieran ser usadas sin refrigeración o electricidad; además de soportar climas tropicales, alta humedad y calor. Algunos decidieron enfocar sus esfuerzos en la creación de herramientas electrónicas y aplicaciones para diagnósticos; de tal forma que se determine si tratamientos adicionales son necesarios.
Si no es malaria, ¿entonces qué?
Para los investigadores, contar con una base de datos que indique todos los patógenos que provocan fiebre es uno de los retos más grandes; ya que esto permitiría pruebas para distinguir si son infecciones bacterianas o virales.
En países con mejores condiciones de salud, es fácil encontrar exámenes que distingan entre ese tipo de infecciones. A través de ellos se detectan las proteínas que incrementan las infecciones en la sangre y el diagnóstico es más claro. No obstante, en países en desarrollo y pobreza extrema, no es posible acceder a pruebas tan precisas. El reto, entonces, está en identificar a los pacientes enfermos y ayudarles con un tratamiento adecuado.
Los dispositivos móviles como apoyo para diagnóstico
En la actualidad, los investigadores se están apoyando de herramientas informáticas, aplicaciones y dispositivos móviles para su trabajo. Las tendencias en el mundo caminan hacia herramientas que sean de bajo costo; al mismo tiempo, que puedan ser utilizadas en los lugares donde el acceso a la salud y los recursos son limitados. La fiebre en niños no diagnosticados con malaria no es la excepción.
Investigadores a cargo de Valérie D’Acremont, del Swiss Tropical and Public Health Institute, desarrollan una aplicación para teléfonos y tabletas con guías de la OMS para tratar a niños enfermos. Contará con información para diagnósticos simples. A través de un monitor mostrará el pulso y la saturación de oxígeno en la sangre para determinar qué tan seria es la situación. Por medio de un algoritmo para definir la severidad de la enfermedad, esta aplicación puede hasta recomendar la atención inmediata de un niño; asimismo ofrece información sobre el hospital más cercano.
En el caso del diagnóstico para niños con síntomas no tan severos, la aplicación identifica los niveles de respiración por minuto; es decir, detectará si existe alguna infección en el aparato respiratorio como la neumonía.
Los científicos probaron la aplicación con 3600 niños en Dar es Salaam, Tanzania; con el algoritmo dividieron los fallos clínicos. Los resultados: se redujo el tratamiento con antibióticos a sólo un 11%, en comparación con el 95% que había sido tratado con las guías médicas promedio.
En América, científicos del Chembio Diagnostic Systems en Medford, Nueva York; trabajan con FIND, un examen que detecta algunas de las causas patógenas del Pacífico asiático más comunes de la fiebre. Se basa en en anticuerpos o proteínas marcadoras; cubre malaria, dengue, Zika, chikunguya, bacterias de leptospirosis, tifos y melioidosis.
Aún hay retos por resolver
A pesar de la ayuda tecnológica y de los avances, aún no se tiene una prueba capaz de hacer diagnósticos precisos sobre la permanencia de la fiebre. Para algunos investigadores, esto significa una necesidad de construir sistemas de salud más fuertes; con mayor capacitación en su personal; así como un equipamiento de hospitales capaces de tratar enfermedades severas.