Identifican 10 aceites esenciales para combatir la enfermedad de Lyme
La enfermedad de Lyme es la infección más común, en Estados Unidos, transmitida por algún insecto. Se estima que sólo en esta nación se reportan 30 mil casos al año.
En México, de octubre de 2016 a mayo de 2018, se detectaron 63 casos de la enfermedad. A pesar de no ser un número muy alto en comparación con otros países; se ha detectado un aumento de infectados.
La bacteria responsable de esta infección es conocida como Borrelia burgdorferi (B. burgdorferi) y se transmite por medio de garrapatas. Aunque la mayoría de los pacientes pueden curarse entre 2 y 4 semanas con antibióticos como la doxycycline; entre el 10% y 20% de ellos siguen con síntomas persistentes después de meses.
Los médicos aún desconocen las causas de ese “síndrome post-tratamiento”; lo que sí saben es que la B. burgdorferi puede entrar en un estado estacionario en el que las células se multiplican muy despacio o no se dividen del todo; sin embargo, cuando esas células despiertan, se vuelven más resistentes a los antibióticos.
En búsqueda de nuevos y mejores tratamientos, el Departamento de microbiología molecular e inmunología del Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, en Baltimore, dio a conocer los resultados de un estudio de aceites esenciales que pueden combatir la enfermedad de Lyme.
El equipo del doctor Ying Zhang, líder de la investigación, examinó 35 aceites esenciales con propiedades antibacterianas. Se enfocaron en la actividad de las fragancia de muestras de plantas, así como de sus frutos.
Los exámenes de laboratorio revelaron que 10 de esas 35 plantas tenían una actividad fuerte en contra de las formas persistentes de la bacteria de Lyme.
Los aceites derivados de: dientes de ajo, mirra, clavo, jengibre, corteza de canela, hojas de tomillo, bayas de pimienta, semillas de comino, eucalipto y jamaica; resultaron los más efectivos.
Además, cinco de esos fueron muy efectivos a una concentración de sólo 1 parte por cada mil.
Es claro que, a partir de estos resultados, nuevos análisis son requeridos para determinar si estos aceites son realmente efectivos para erradicar a la B. burgdorferi in vivo.
Garrapatas que causan enfermedades infecciosas
No todas las garrapatas causan la enfermedad de Lyme; sólo aquellas portadoras de la bacteria B. burgdorferi. Las garrapatas inmaduras, llamadas ninfas, adquieren la bacteria cuando se alimentan de roedores infectados. Si una de estas garrapatas entra en contacto con el cuerpo humano, entonces se desencadena la enfermedad de Lyme.
Este padecimiento se reportó por primera vez en Estados Unidos en 1997; fue en el pueblo de Old Lyme, en Connecticut, de ahí su nombre. Esta enfermedad también comenzó a darse en partes de Europa y Asia.
La enfermedad tiene tres etapas:
- Temprana y localizada: la bacteria aún no se propaga por el cuerpo.
- Diseminación temprana: la bacteria comienza a expandirse en el cuerpo.
- Diseminación tardía: la bacteria ha atacado a todo el cuerpo.
Una persona está expuesta a esta bacteria cuando realiza actividades al aire libre como jardinería, cacería o excursionismo; si convive con una mascota que tiene garrapatas; o si camina en pastizales altos.
Los síntomas de una persona que se ha infectado con la bacteria B. burgdorferi son:
- Fiebre y escalofríos.
- Dolor de cabeza.
- Articulaciones adoloridas.
- Malestar muscular.
- Rigidez en el cuello.
Se puede presentar también una erupción, mancha roja plana o un poco elevada. La lesión va expandiendo su tamaño; esta erupción se denomina eritema migratorio.
En etapas posteriores, la zona lesionada se entumece, los músculos del rostro se paralizan, y se presentan problemas del corazón. También llega a provocar movimientos musculares anormales; hinchazón de las articulaciones; problemas del habla y problemas cognitivos.
Sin un tratamiento oportuno, la bacteria puede diseminarse al resto del cuerpo y llegar a las articulaciones, corazón y cerebro.
Para detectarla es necesario hacerse exámenes de sangre como el ELISA. Para el tratamiento se proporciona doxiciclina.
El ciclo de antibióticos dura entre 10 días y 4 semanas. Tras terminarlo, el paciente debe ser observado durante 30 días para identificar un nuevo brote o determinar que se ha curado.