Splenda y su relación con enfermedades metabólicas y cáncer
Los edulcorantes artificiales -también conocidos como sustitutos del azúcar– son sustancias químicas que se emplean en reemplazo de la sacarosa (azúcar de mesa) para endulzar alimentos y bebidas.
Estos productos han ganado una enorme fama al ser promocionados como sustancias dulces y bajas en calorías, que ayudan al momento de controlar la diabetes, obesidad e hiperlipidemias.
Su aparición data de 1879, donde un hallazgo accidental por parte de un químico ruso fue el comienzo de estas masificadas sustancias, al crear la conocida y extensamente usada sacarina.
Una de las características más apetecidas de los edulcorantes artificiales es su dulzor mucho más elevado en relación al azúcar de mesa, por lo que se necesitan cantidades más pequeñas (200 a 20,000 veces menos) para que se perciba el mismo grado de dulzura.
La FDA (Food and Drug Administration), la agencia gubernamental de los Estados Unidos responsable de la regulación de los alimentos y fármacos, establece que los edulcorantes artificiales deben someterse a pruebas de seguridad antes de ser aprobados por este organismo, para poder ser utilizados por la población.
La FDA también establece una ingesta diaria aceptable (IDA) para cada edulcorante artificial, que corresponde a la cantidad máxima considerada segura para consumir a diario durante toda la vida de una persona; medida que en definitiva hace referencia a los límites dentro de los cuales su ingesta no representa peligros significativos para la salud humana.
Sin embargo, la sospecha ha recaído desde hace bastante tiempo en estos productos, sobre los que se han realizado estudios que asocian su empleo con alteraciones genéticas que influirían en el metabolismo, desencadenando diabetes y obesidad, tanto en ratas como en humanos.
Sucralosa y los estudios sospechosos
En el año 1976 un grupo de científicos del Queen Elizabeth College de Londres estaban trabajando con un derivado clorado del azúcar, cuando a uno de los investigadores se le ocurrió probarlo, descubriendo así la sucralosa, que es hasta 600 veces más dulce que el azúcar.
La sucralosa, que se comercializa bajo el nombre comercial de Splenda ®, fue aprobada por la FDA en 1998 como un agente edulcorante para usos específicos de alimentos, ampliando esta aprobación como edulcorante de uso general en 1999, pasando a usarse ampliamente como aditivo para alimentos y bebidas de variado tipo.
La sucralosa, según indicó la FDA ha sido ampliamente estudiada, por lo cual fue aprobada después de revisar más de 110 estudios de seguridad en animales y humanos. Pero de este total, solo dos ensayos en humanos se habían publicado antes de que este organismo aprobara este edulcorante para consumo humano.
Uno de estos ensayos con seres humanos tuvo un escaso tamaño muestral de 36 sujetos, de los cuales, a 23 se les administró sucralosa, en los que se estudió su relación con la incidencia de caries dental, no con la tolerancia humana.
Además, el estudio en relación a la absorción de sucralosa en el cuerpo humano se realizó en un total de seis hombres, pero la FDA generalizó estos hallazgos como representativos de toda la población humana, sin considerar diferencias por sexo, edad ni a personas con alguna patología crónica, aspectos muy cuestionables al momento de decidir si un sustancia es segura para la población.
Alteraciones metabólicas y de la microbiota
Los fabricantes de la sucralosa han defendido su producto, argumentado que esta sustancia ingresa en el cuerpo, pero que es eliminada sin ser metabolizada por el organismo, pero un estudio publicado en línea del Journal of Toxicology and Environmental Health con fecha 21 de agosto de 2018, muestra que de hecho sí se metaboliza y se acumula en los adipocitos (células grasas), además de haber identificado dos nuevos metabolitos derivados de su utilización.
Otro estudio publicado en línea el 2 de agosto de 2018, en la revista Morphologie, reportó que la sucralosa causó «cambios definidos» en el hígado de ratas- como respuesta inflamatoria- que recibieron sucralosa, «lo que indica efectos tóxicos en la ingestión regular”, ante lo cual los investigadores advierten que en base a estos hallazgos esta sustancia se debe «tomar con precaución para evitar el daño hepático«.
Varias investigaciones hechas con anterioridad habían encontrado que la sucralosa ocasionaba la reducción de las bacterias intestinales en un 50%, además de aumentar el nivel de pH intestinal y causar trastornos bioquímicos en las células, hallazgos que se confirmaron en el 2018, cuando se descubrió que todos los edulcorantes artificiales aprobados y de uso en la actualidad causan daños a nivel del ADN e interfieren con la fisiología normal de la microbiota intestinal, que guarda estrecha relación con procesos que influyen en variadas alteraciones metabólicas y bioquímicas que pueden resultar en aumento de peso, disfunción metabólica y otros cuadros o patologías que se relacionan con el desarrollo y funcionamiento del sistema inmunológico.
En 2016, un laboratorio reportó un aumento en la incidencia de tumores de células sanguíneas en ratones machos que habían sido alimentados con altas dosis de sucralosa. Sin embargo, la FDA, tras haber identificado deficiencias científicas con respecto a los resultados del estudio, por lo que fue desestimado.
Asociación entre cáncer y edulcorantes artificiales
Los cuestionamientos sobre los edulcorantes artificiales y el cáncer surgieron cuando los primeros estudios en la década del setenta mostraron que el ciclamato en combinación con la sacarina causaba cáncer de vejiga en ratones de laboratorio, lo que le significó ser incluida en el año 1981 en un listado de sustancias potencialmente cancerígenas.
Sin embargo, los resultados posteriores de varios estudios sobre su carcinogenicidad no han aportado pruebas concluyentes de una asociación con una mayor incidencia de cáncer en los seres humanos, por lo que fue nuevamente incluida en los edulcorantes permitidos en el año 2000.
Por otra parte, una investigación del Instituto Ramazzini ha vinculado a la sucralosa con la leucemia y dadas las sospechas que se ciernen sobre ella, la entidad conocida como Center for Science in the Public Interest (CSPI) decidió bajar a Splenda de su categoría «segura» a una de «precaución» en el 2012.
Pero en el 2017, la CSPI la volvió a degradar al ponerle el rótulo de sustancia a «evitar», en base a un estudio publicado en el 2016 por el portal The International Journal of Occupational and Environmental Health, que reportó que el edulcorante de la marca “Splenda” guarda fuerte asociación con casos de leucemia: sin embargo, este organismo a la vez señaló la necesidad de más estudios que confirmen su carcinogenicidad en relación con el consumo humano.
Puesto que esta serie de nuevos hallazgos no formaban parte de los datos sobre los cuales se basó la decisión reglamentario original de la FDA para la sucralosa, varios investigadores solicitan una nueva revisión de su estado de seguridad y reglamentación.