En Brasil nació el primer bebé de un útero procedente de donante fallecida
Las causas más comunes de infertilidad difieren según la región geográfica del mundo y están en relación con las características de desarrollo local. En los países en vías de desarrollo, las anormalidades anatómicas son las más frecuentes en la mujer, seguidas por trastornos de la ovulación, la endometriosis, alteraciones endócrinas como la hiperprolactinemia y el hiperinsulinismo, además de las infecciones de transmisión sexual (ITS).
Por su parte, en los países desarrollados las etiologías infecciosas son reemplazadas por los cuadros crónico-degenerativos, como la anovulación, que puede cursar con o sin hiperandrogenismo y la hiperinsulinemia.
Como señalan los datos epidemiológicos, se ha visto que la infertilidad afecta al 10-15% de las parejas en edad reproductiva. De este grupo, una de cada 500 mujeres tiene anomalías anatómicas- como las que afectan al útero- debido a fallas congénitas o malformaciones, han sido sometidas a una histerectomía o fueron afectadas por alguna infección.
Antes del avance de los trasplantes de útero, las únicas opciones posibles para tener un hijo eran la adopción o la subrogación de vientre.
Los hallazgos realizados recientemente demuestran que los trasplantes de útero de donantes fallecidos son factibles y pueden ampliar el acceso a un mayor número de mujeres con infertilidad uterina, sin la necesidad de donantes vivos, de más difícil disponibilidad.
Sin embargo, aún no se han realizado las comparaciones entre los resultados y los efectos de las donaciones de donantes vivos y fallecidos, además, en lo que respecta a las técnicas quirúrgicas y de inmunosupresión, se irán perfeccionando en un futuro próximo.
Anteriormente, se han intentado otros 10 trasplantes de útero de donantes fallecidos en los EEUU, República Checa y Turquía. El primer parto después del trasplante uterino de donante vivo se efectuó en Suecia, en septiembre de 2013 y también se publicó en The Lancet. Actualmente se contabiliza un total de 39 procedimientos de este tipo y que ha dado como resultado 11 nacidos vivos.
El transplante de donante fallecido
Un estudio publicado en la revista The Lancet, informa sobre el primer trasplante uterino realizado en América Latina. La cirugía se realizó en septiembre del 2016 en el Hospital de Clínicas de la ciudad de São Paulo, Brasil. La receptora del útero era una mujer de 32 años que nació sin útero, como resultado del síndrome de Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser (MRKH).
La donante la que se le extrajo el útero tenía 45 años y murió a causa de una hemorragia subaracnoidea. El órgano fue transplantado exitosamente en la receptora. La cirugía involucró la conexión de las venas y arterias, el útero, los ligamentos y los canales vaginales pertenecientes tanto a la donante como a la receptora, tardando 10,5 horas en completarse el procedimiento.
Después de la cirugía, la mujer permaneció en la unidad de cuidados intensivos durante dos días. Posteriormente, estuvo seis días en una sala especializada en trasplantes.
Debió recibir cinco medicamentos inmunosupresores, así como antimicrobianos, tratamiento de coagulación sanguínea y aspirina mientras estaba internada. La inmunosupresión se continuó fuera del hospital hasta el momento del parto.
Cinco meses posteriores al trasplante, el útero no mostró signos de rechazo, las ecografías eran normales y la receptora tenía una menstruación regular.
Se le realizó un ciclo de fertilización in vitro (FIV) cuatro meses previo al transplante, lo que dio como resultado ocho blastocistos que fueron criopreservados.
Se había planificado que la implantación de los blastocistos se realizara a los seis meses, pero el endometrio carecía de grosor suficiente en esta etapa, por lo que se pospuso un mes. Finalmente, los embriones se implantaron a los siete meses.
Diez días después de la implantación, se confirmó que la receptora estaba embarazada. Los exámenes imagenológicos prenatales que se realizaron a las 10 semanas mostraron un feto normal. Posteriormente, las ecografías efectuadas a las 12 y 20 semanas de gestación no evidenciaron anomalías fetales.
No hubo problemas durante el embarazo de la receptora, aparte de una infección renal ocurrida a las 32 semanas, que se trató con antibióticos. Además de la medicación, la receptora y su pareja recibieron asesoramiento psicológico por parte de profesionales especializados, antes, durante y después del trasplante.
Tras el período de gestación, nació una niña por operación cesárea a las 35 semanas y tres días. Su peso fue de 2,550 gramos.El útero transplantado fue removido durante la cesárea y su análisis no mostró anomalías. La madre y la bebé fueron dados de alta tres días después del nacimiento, con una evolución temprana que no mostró alteraciones ni incidentes. La terapia inmunosupresora se suspendió al final de la histerectomía.
Hasta la edad de siete meses y 20 días, la bebé se continuó amamantando normalmente. Pesaba 7,2 kg y gozaba de buena salud.
Ventajas y desventajas de esta técnica
En palabras del Dr. Dani Ejzenberg– Hospital de Clínicas, Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo, Brasil- quien dirigió la investigación: «El uso de donantes fallecidos podría ampliar enormemente el acceso a este tratamiento, y nuestros resultados proporcionan una prueba de concepto para una nueva opción para mujeres con infertilidad uterina”.
Otra de las ventajas de esta técnica, los autores señalan que los trasplantes de donantes fallecidos eliminan los riesgos quirúrgicos asociados al procedimiento en un donante vivo, además, muchos países cuentan con sistemas nacionales eficientes que regula la distribución de las donaciones de órganos de donantes fallecidos.
El hecho de implantar los blastocistos antes de lo que habitualmente se hace, se pudo disminuir el tiempo que la paciente debió ingerir los fármacos inmunosupresores, útil en ayudar a reducir los efectos secundarios, así como los costos económicos que ello implica.
Dentro de los requisitos que debe reunir las receptoras del transplante uterino es que deben estar sanas, para evitar o minimizar las complicaciones durante o después del procedimiento, pues involucra cirugía mayor.
Si bien para el éxito de la cirugía se utilizaron elevadas dosis de inmunosupresores, se requieren más estudios para ser reducidas en un futuro cercano.
Además, la cirugía implicó pérdida moderada de sangre por parte de la receptora del órgano, aunque éstos fueron manejables.