El abuso de drogas a nivel global sigue siendo un problema sin solución
Los crecientes problemas derivados del consumo de drogas de abuso como cocaína y anfetaminas presentan desafíos importantes para los servicios sanitarios y judiciales en muchas partes del mundo, que a menudo no cuentan con la preparación, experiencia o conocimiento suficiente para dar una respuesta satisfactoria a un problema de salud pública en franco crecimiento.
Esta realidad global que ha sufrido una modificación del comportamiento y preferencias de los consumidores, a la par de la crisis de opioides que continúa en incremento, la legalización del cannabis que sigue expandiéndose y los problemas del abuso de estimulantes que crecen, se suma el número de nuevas sustancias psicoactivas (NPS, por sus siglas en inglés) que aumentan el listado de drogas disponibles en el mercado.
Estimaciones recientes indican que en el 2017 alrededor de 271 millones de personas entre 15 y 64 años (5,5% de la población) habían consumido drogas en el año anterior, y que entre 35 y 72 millones de habitantes padecían trastornos por consumo de drogas a nivel mundial.
Las estadísticas muestran además que las personas que emplean sustancias estimulantes tienen una tasa de mortalidad seis veces mayor que las personas que no las usan, esto es debido a un mayor riesgo de suicidio, lesiones, enfermedades cardiovasculares y homicidios, que se estiman en unas 178,000 asociadas a la dependencia a la cocaína y 326,000 muertes vinculadas al uso de anfetaminas, en el 2017.
Nuevas demandas, nuevas respuestas
En base a este grave problema global del uso de drogas y sus efectos nocivos, The Lancet publicó una serie de cinco artículos, que revisan la evidencia global sobre cuatro tipos de drogas: opioides, drogas estimulantes, cannabis y las NPS, de las cuales analizan los patrones de uso, los daños relacionados y los tratamientos que se realizan, además de calcular los beneficios de la terapia con agonistas opiodes, junto con el creciente impacto en la salud del uso de estimulantes. Estos informes son presentados en la reunión de adicciones de Lisboa, Portugal, el 24 de octubre.
Los autores advierten que los efectos de la legalización del cannabis probablemente recién se verán en la próxima década, pero indican que lo que sí se está visualizando a gran escala son los problemas asociados al creciente uso de los estimulantes, que no está a la par con las actuales respuestas a las sustancias emergentes, que no son adecuadas en cuanto a rapidez y adaptabilidad que siguen los dinámicos cambios en la oferta y demanda de drogas que se han dado en los últimos años, como manifiesta una de las autores del informe, la profesora Louisa Degenhardt, del Centro Nacional de Investigación sobre Drogas y Alcohol, UNSW Sydney, Australia:
«La globalización y los avances en la tecnología de la información han transformado la disponibilidad y el uso de drogas, y el discurso de las políticas públicas y profesionales debe adaptarse a estos nuevos desafíos«.
Prevención sin prejuicios
Para enfrentar los crecientes desafíos que el consumo de drogas plantea a la salud pública global futura, las políticas y tratamientos deben basarse en los hallazgos científicos y no en juicios ni prejuicios morales, a lo que se refiere Degenhardt:
“El compromiso significativo con las personas que usan drogas es esencial para una prevención, tratamiento y reducción de daños efectivos. Subyacentes a las actitudes negativas que enfrentan las personas que usan drogas, hay juicios morales de que las personas que usan drogas no merecen un trato humano y que sus derechos humanos pueden ser violados de manera justificada. Enfrentar estas afirmaciones falsas es un imperativo social y moral”.
Los investigadores enfatizan en el hecho de que los gobiernos deberían adoptar políticas basadas en la evidencia para paliar los daños inherentes a la legalización del cannabis, como por ejemplo, aplicación de impuestos para desalentar su uso excesivo, restringir su publicidad, limitar el número de puntos de venta de cannabis y tratar efectivamente la dependencia.
Drogas, problemas de salud y muertes
Los autores informan que en todo el mundo, alrededor de cuatro de cada 1,000 personas usaron cocaína, con una dependencia aproximada del 16% y siete de cada 1,000 usaron anfetaminas en el 2018, de las cuales un 11% experimentan dependencia.
Los informes también relacionan el uso de estimulantes con trastornos mentales, violencia, lesiones, infecciones de transmisión sexual y riesgo de virus transmitidos por la sangre, además de daños fetales. Estos riegos se suman a que en promedio, cada aumento del 10% en las personas que se inyectan drogas, podría representar un 5-10% adicional de nuevas infecciones por VIH y un 3-7% de nuevos casos de hepatitis C, por año.
Los autores solicitan a los gobiernos que concentren las inversiones en esta área tan desatendida de las adicciones, señalando que existen pocos tratamientos efectivos para la dependencia de los estimulantes, excepto para el manejo de urgencias.
Las terapias también deben mejorarse y financiarse adecuadamente para tratar la crisis de opioides, donde la calidad del tratamiento es insuficiente a pesar de la magnitud del problema: solo 86 de los 179 países que usan drogas inyectables ofrecen tratamiento con agonistas opioides y solo 20 de ellos tienen provisión suficiente.
Indican que es necesario ampliar el tratamiento con agonistas de opioides- como metadona o buprenorfina- al 40% de las personas que dependen de los opioides, fármacos que podrían evitar alrededor del 8-26% de las muertes relacionadas con estas drogas, en comparación a no recibir terapia.
Sugieren que la crisis de los opioides en los E.E.U.U. se debe a fracasos en la falta de identificación temprana de la adicción, falta de control en la prescripción y la comercialización errónea de los opiáceos de uso médico, sumado a la posterior falta de tratamiento adecuado y de medidas de reducción de daños en la comunidad.
Drogas emergentes
Es urgente ampliar la investigación para abordar las tendencias de drogas emergentes, como la rápida aparición de una enorme cantidad de NPS, incluidos los estimulantes como la mefedrona, cannabinoides sintéticos como Spice y opioides sintéticos como carfentanilo.
El caso de las NPS- dado su desconocimiento e inmensa variedad de sustancias que forman parte de esta clasificación, su rápida entrada y salida del mercado- dificultan enormemente el monitoreo de drogas, el control y las respuestas de los organismos de salud pública.
Finalmente, Degenhardt manifiesta a modo de conclusión:
“Ante los crecientes y cambiantes desafíos de las drogas, debemos dar la espalda a las viejas formas de pensar y alentar nuevos enfoques humanos, defendiendo este nuevo enfoque para alentar el cambio en todo el mundo. Debemos invertir fondos para desarrollar tratamientos para el uso de drogas como una enfermedad crónica, aplicar las políticas y tratamientos basados en evidencia que tenemos disponibles y adoptar enfoques basados en la salud pública y los derechos humanos«.