El 90% de quienes dicen ser alérgicos a la penicilina, no lo son y eso puede ser muy peligroso
Conocer cuáles son los medicamentos que te provocan alergia es muy importante. Evitar reacciones adversas que perjudiquen tu salud es una de las tareas principales de los médicos; sin embargo, en muchas ocasiones, esas alergias se confunden con una reacción única e irrepetible con algún medicamento.
Tal es el caso de la penicilina, uno de los antibióticos a los cuales la mayor parte de las personas reportan tener alergia.
En Estados Unidos, un 10% de los pacientes dice tener alergia a la penicilina; pero, de acuerdo con un nuevo estudio del Hospital General de Massachusetts, es probable que el 90% de esas personas toleren bien el medicamento. En otras palabras, esos pacientes no presentan una inmediata hipersensibilidad cuando se les administra el antibiótico.
Según los investigadores, esto podría tener consecuencias más graves, tanto en pacientes ambulatorios como internos; ya que se recetan antibióticos de amplio espectro y más tóxicos, los cuales pueden matar también bacterias buenas.
El uso de este tipo de medicamentos, que podrían no ser necesarios, da paso a bacterias resistentes a fármacos; tal es el caso de Staphylococcus aureus (MRSA) asociada a infecciones como Clostridium difficile (C difficile) que desencadena la colitis. Estas bacterias son comunes en el ambiente, pueden permanecer en los intestinos y en la piel sin causar problemas; pero si se encuentran con un antibiótico de amplio espectro, pueden resultar problemáticas.
Creer ser alérgico a la penicilina puede tener otras complicaciones
Para comprobar que no todas las personas son alérgicas a la penicilina, los especialistas realizaron una evaluación. Utilizaron información del Health Improvement Network, una base de datos con registro médico de más de 11 millones de pacientes en Reino Unido.
El estudio se hizo con participantes mayores de 18 años inscritos en la base de datos entre 1995 y 2015. Estos pacientes no tenían antecedentes de Clostridium difficile antes del ingreso; además se les pidió tener al menos un año de inscripción en las prácticas generales para poder evaluar la exposición y las covariables.
Los científicos identificaron a los adultos con su primera alergia registrada; asimismo eligieron a aquellos con características similares de edad, género, índice de masa corporal, estatus socioeconómico.
El objetivo principal fue identificar los casos de alergia a la penicilina que también tenían registro de diagnóstico relacionado con las bacterias MRSA y C difficile. Asimismo, evaluaron el uso de antibióticos durante el periodo de seguimiento. También agruparon los medicamentos en clases e identificaron datos demográficos y de estilo de vida. Finalmente compararon las características de los participantes.
Los resultados fueron que el 95% de los pacientes que habían reportado alergia a la penicilina en realidad eran tolerantes a ella. Encontraron también que mantener la etiqueta de ser alérgico a la penicilina está asociado con un 69% de incremento en el riesgo de contraer MRSA y 26% de C difficile.
Un diagnóstico equivocado
De acuerdo con los investigadores del Hospital General de Massachusetts, el problema surge de un diagnóstico erróneo. Se piensa que sólo por una erupción rojiza en la piel se tiene una alergia; en otros casos, el dolor de cabeza o la diarrea se asocian con la penicilina, pero son provocados por otros factores. Esto síntomas suelen aparecer al mismo tiempo en que una persona está tomando los antibióticos y, por ello, se hace la asociación.
Otro caso es que, en algún momento de su vida, una persona presentó una reacción alérgica; pero si, tras 10 años, ya no hubo hipersensibilidad, entonces ya existe una tolerancia al medicamento.
La mejor manera de resolver esa duda es realizar un examen; así, el diagnóstico será preciso. La prueba más común es aplicar una pequeña cantidad de penicilina en la piel. Si la inyección provoca un bulto rojo elevado que pica, entonces sí hay alergia al antibiótico.
La investigación completa fue publicada en The British Medical Journal.